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jueves, 24 de julio de 2014

LA TETA ASUSTADA







La teta asustada es una película peruana dirigida por Claudia Llosa y estrenada en 2009. La película está protagonizada por Magaly Solier, y se centra en los temores de las mujeres que fueron violadas durante la violencia política que vivió Perú en las dos últimas décadas del siglo XX. Fue estrenada el 12 de febrero de 2009 en Berlín, el 13 de febrero de 2009 en España y el 12 de marzo de 2009 en Perú. Galardonada con el Oso de oro a mejor película en el festival de cine de Berlín. En 2010 fue nominada al premio Óscar (EE.UU.) en la categoría de mejor película en idioma extranjero, convirtiéndose en la primera película peruana en ser nominada al premio Óscar. Fue producida con capital peruano y español.[i]


1.      FICHA TÉCNICA

Título original: La teta asustada
Año: 2009
País: Perú / España
Género Drama
Dirección: Claudia Llosa
Guión: Claudia Llosa
Duración: 94 min
Reparto: Magaly Solier, Susi Sánchez, Efraín Solís,
Marino Ballón, Delci Heredia, María del Pilar Guerrero

2.      SINOPSIS

Fausta (Magaly Solier) padece de "La teta asustada", una enfermedad que se transmite por la leche materna de mujeres maltratadas durante la época del terrorismo en el Perú. Los infectados nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y cargan un terror atávico que les aísla por completo. Pero Fausta esconde algo más; guarda un secreto que no quiere revelar, hasta que la súbita muerte de su madre desencadenará hechos inesperados que transformarán su vida y la de otros. Seleccionada por Perú como candidata al Oscar 2010 en la categoría de película de habla no inglesa.[ii]

 
 

3.      ARGUMENTO
La historia se centra en Fausta (Magaly Solier), una joven que (según sus creencias) sufre una enfermedad llamada "la teta asustada", una extraña enfermedad que transmite el miedo y el sufrimiento de madres a hijos a través de la leche materna, ya que su progenitora fue violada durante la época del terrorismo en el Perú entre 1980 y 1992. El film en sí, no especifica quién cometió el delito.

El conflicto interno acabó, pero Fausta no para de recordarlo porque la enfermedad le robó el alma. Ahora la repentina muerte de su madre la obligará a enfrentar sus miedos y el secreto que guarda en su interior. En el transcurso de su vida y al escuchar las terribles historias que su madre le contaba a través de sus cantos (cantados en quechua), Fausta se encierra en sí y vive en una burbuja de traumas y miedos, que la hace repeler cualquier contacto con hombres (más no con miembros de su propia familia), al escuchar una historia sobre como algunas mujeres se protegían de las violaciones al introducirse un tubérculo en la vagina, y ser rechazadas por los violadores, ella decide hacer lo mismo, a pesar que el enfrentamiento entre los militares y subversivos terminó; ya que vive impregnada aún con esos temores.

Madre e hija migran a un pueblo joven (no se especifica cuando, aunque se reúnen con la familia del tío de Fausta, que tiene un negocio familiar de eventos para fiestas y matrimonios) en las periferias de Lima, donde reside gente que escapó de la violencia de los andes, y se refugiaron en los desiertos (la historia nos muestra el pueblo después de casi 2 generaciones de instalado en este lugar), con sus domicilios aún en proceso de construcción. A pesar de las miserias materiales, aprenden a disfrutar la vida, a través de sus bailes, costumbres, fiestas y reuniones.

Fausta entra en un proceso lento de entendimiento con el mundo exterior, su lengua nativa es el Quechua, y decide enfrentar el exterior por el amor a su madre difunta, a la cual tiene que darle sepultura, es por ello que consigue un empleo y con el dinero recaudado llevarla y enterrarla en su pueblo natal.

El hecho de luchar contra sus temores, y enfrentar la sociedad, la hace conocer a un jardinero, con el cual se identifica, ya que consigue comunicarse en su idioma materno (quechua sureño), y él le presta una ayuda desinteresada.

Al transcurrir la historia su familia muestra preocupación por ella, pues no saben qué es lo que va a pasar con ella una vez que su madre esté enterrada.

Casi al finalizar la película, el tío decide darle una lección, una vez finalizada la celebración del matrimonio de su hija y de haber bebido unas copas, se acerca a Fausta y pretende asfixiarla. Ella al querer defenderse y querer respirar, él llorando le dice: "No ves como sí quieres vivir!!"... "No ves como quieres seguir viviendo!!"... luego ella decide huir, y el tío se queda llorando: "Fausta,.. no te dejes morir". Fausta aprende a luchar contra sus miedos, y decide a su vez, sacarse el tubérculo de su cuerpo, junto a su familia -la de su tío- viajan rumbo a enterrar a su madre, y es cerca del mar donde ella se lleva el cuerpo de su madre fallecida para que vea con ella el mar.

El mar como punto final es un símbolo, la directora nos muestra una imagen de esperanza en frente de tanto sufrimiento y desolación.

La película termina con Fausta, recibiendo de parte del jardinero, el tubérculo germinado, y mostrando sus flores. Un mensaje, que puede encerrar mucho, como el perder el miedo a recordar, pues de esa manera se puede perdonar, reflexionar, y continuar luchando en pro de la vida.

Parte de la banda sonora de la película es del grupo de cumbia peruana Los Destellos.

Fue grabada en la zona de Manchay, que se ubica en el Distrito de Pachacámac; que pertenece a la ciudad de Lima.

4.      CONTEXTO ACTUAL

En el Perú actual, todavía existen las heridas del pasado, y esta película lleva a una reflexión en épocas de paz. La nueva generación en el Perú no tiene idea sobre lo ocurrido en los Andes, durante la llamada época del terrorismo (se calcula entre 55,000 y 60,000 personas asesinadas en su mayoría en los Andes peruanos). La película muestra a Fausta y el pueblo donde vive. Los actores extras son pobladores de aquel lugar llamado "Manchay", de origen provinciano, quienes emigraron a la capital durante los años 80, y se vieron en la necesidad de subsistir, estableciéndose en las periferias de Lima, o los desiertos, sin luz, agua potable, ni alcantarillado, y pese a sus limitaciones materiales, construyeron una ciudad. La película nos muestra el poblado en su segunda fase, es decir habitada por los pioneros y los hijos de estos nacidos en Lima.
La directora muestra la vida de este pueblo, y cuenta la historia de Fausta en medio de ellos.

5.      PREMIOS:



La película fue estrenada en la edición 2009 del Festival Internacional de Cine de Berlín, donde fue la ganadora del Oso de oro y el Premio de la Crítica FIPRESCI.6

Asimismo, en el 24 Festival Internacional de Cine de Guadalajara, obtuvo dos galardones: Mejor película y Mejor actriz (por la actuación de Magaly Solier).7 Fue ganadora en el Festival de cine de Bogotá. Su último premio lo recibió el 12 de diciembre de 2009, en el Festival de Cine de La Habana como mejor largomentraje.

El 2 de febrero de 2010 fue nominada a los Premios Óscar como Mejor película extranjera,8 bajo el nombre "The Milk of Sorrow" (La leche de la tristeza), siendo una de dos películas nominadas que participaban en idioma español y la primera en idioma quechua. Se trata de la primera película peruana en ser nominada a los Premios de la Academia.

Año
Categoría
Nominado/s
Resultado
2009 Festival Internacional de Cine de Berlín
Oso de Oro
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival Internacional de Cine de Berlín
FIPRESCI
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival Internacional de Cine de Guadalajara
Mejor película
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival Internacional de Cine de Guadalajara
Mejor Actriz
Magaly Solier
Ganadora
2009 Festival Internacional de Cine de Montreal
Mejor Acriz
Magaly Solier
Ganadora
2009 Asociación de Críticos de Cine de Quebec
Mejor Película
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival de Lima
Mejor Película Peruana
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival de Lima
Premio CONACINE
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival de Lima
Mejor Actriz
Magaly Solier
Ganadora
2009 Festival de Cine de Bogotá
Mejor película
Claudia Llosa
Ganadora
2009 Festival de Cine de la Habana
Mejor película Mejor dirección artística
Claudia Llosa
Susana Torres y Patricia Bueno
Ganadoras
2009 Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica
Mejor Largometraje Peruano
Claudia Llosa
Ganadora
2010 Premios Goya
Mejor película Hispanoamericana
Claudia Llosa
Nominada
2010 Premios Óscar
Mejor película extranjera
Claudia Llosa
Nominada
2010 Premio Ariel
Mejor película Iberoamericana
Claudia Llosa
Nominada
2010 D-World Awards
Mejor Actriz Internacional
Magaly Solier
Ganadora





El Oso de Oro viajó de Berlín hasta Perú porque una cinta modesta y de pequeño presupuesto logró meter el miedo en el cuerpo al jurado y al espectador de la Berlinale. El título La teta asustada alude a ese miedo provocado por Sendero Luminoso en el país andino durante la década de los ochenta, con el que nacen algunas criaturas cuyas madres fueron maltratadas y violadas por los terroristas. Fausta es una de esas jóvenes que vive con el miedo en el cuerpo, transmitido junto a la leche materna recibida al nacer. Ahora, su madre se acaba de morir y ella trata de enterrarla junto a su padre, aunque el traslado no es fácil porque tanto ella como sus tíos, con los que vive, son pobres. Además la joven Fausta esconde un misterio, un trauma que la impide respirar a gusto —en sentido figurado— y que le provoca mareos —en sentido físico—, que la obligan a ir siempre acompañada por la calle por desconfiar de los hombres. Es un miedo atávico que intenta ocultar entre los suyos y en la casa donde trabaja. Un miedo que tiene mucho de superstición y algo de realidad, conocidas la educación y experiencia transmitidas por su madre que se despejan en la canción inicial.

La vida de Fausta es una elegía a su madre ya muerta en vida y que ahora tiene que sepultar, un canto triste que busca la esperanza en el mar de la sirena de sus canciones, un viaje a la sepultura de su padre para enterrar allí su pasado y comenzar a vivir. Sus silencios están tan cargados de miedo y desconfianza como sus ojos de tristeza e inocencia. El rostro de Magaly Solier transmite mucho desde la sobriedad interpretativa, sin una palabra de histeria ni un sollozo que busque el dramatismo fácil. Su enigmática realidad está escondida en su alma amordazada e interior —no debemos bajar a detalles—, y su futuro pasa por volver a nacer… aceptando el amor a la vida y a alguien más. Sobriedad en la interpretación y también en la puesta en escena, ya sea por necesidad presupuestaria u opción estética: actores no profesionales extraídos del propio lugar que dan vida a unos tipos populares que se mueven en su hábitat natural, entre las tradiciones más ancestrales y la pobreza real del lugar.

Bodas y entierros con una liturgia y folclore propios, donde el contraste entre el comienzo y término de la vida se extiende a la manifiesta diferencia de clases sociales: el portón que divide mundos tan dispares, la música robada y no agradecida por la señora, las diversiones que rodean a unos y otros… Ambientes sobrecogedores, entre el polvo y la incultura, que dan que pensar y se cuelan lentamente en el alma del espectador, que poco a poco va comprendiendo la soledad de Fausta. Su directora, Claudia Llosa, recurre a metáforas claras y, en cierto modo, algo enfáticas —una paloma de la inocencia que aparece muerta, el mar visitado como lugar de libertad, un taladro que provoca pavor, una patata o sus restos…— pero eficaces. La propia planificación busca generar sensaciones de miedo o suspense en el espectador —el propio travelling subjetivo de retroceso cuando llevan el nuevo piano, por ejemplo— e ir diciéndole algo sobre la protagonista, lo que consigue aunque sea de manera muy académica y convencional.

No hay riesgos ni novedades formales, pero el clima y la ambientación están muy conseguidos. Las interpretaciones aportan frescura y veracidad, las canciones y momentos en lengua quechua ayudan en ese viaje al pasado o al interior más profundo, y el modo de contar la historia es exquisitamente delicado, tan lleno de sensibilidad como la declaración de amor y el final llenos de esperanza. Una cinta en que la vida se abre paso entre la pobreza, la incultura y la violencia, donde al atropello salvaje de terroristas armados se le añade el de otros individuos desalmados pero con buena apariencia. Con Oso de Oro o sin él, una película intimista y muy humana que refleja un modo de ir por la vida sin respirar. Y también las posibilidades del amor para sofocar el miedo que paraliza. (Julio Rodríguez Chico: La Butaca.net)


  "Magníficamente rodada y con una plétora de imágenes cautivadoras (...) deliberadamente lenta, pero hermosa" Peter Brunette: The Hollywood Reporter

  "Sin que lo mágico haga perder nunca de vista el realismo más duro, se engarza el trayecto terapéutico de la humilde Fausta, a la que Magaly Solier sabe llenar de silenciosa dignidad. (...) Puntuación: 2 (sobre 5)."Antonio Weinrichter: Diario ABC

  "Claudia Llosa despliega afanes líricos y costumbrismo sin adulterar (...) No dudo de la honestidad del planteamiento (...) pero el resultado final tiene un sabor muy leve." Carlos Boyero: Diario El País

  "Llosa cuenta esta historia contemporánea (...) con la delicadeza del trazo de una flor, tratando con todo cuidado a su protagonista, dejándola crecer (...) Para los que disfrutan con películas mágicas."external-linkNuria Vidal: Fotogramas

 

7.      ANALISIS HISTÓRICO

La película a partir de la cual elaboraremos nuestro análisis es “La Teta asustada”, cinta dramática peruana dirigida por Claudia Llosa y coproducida conjuntamente entre Perú y España en el año 2009. Protagonizada por Magaly Solier, fue nominada a varios premios entre los cuales fue la ganadora del Oso de oro y el Premio de la Crítica FIPRESCI.
La historia transcurre en Manchay, un pequeño pueblo de la provincia de Lima (Perú) donde vive la protagonista, Fausta, junto a su madre Perpetua, su tío y su familia. Fausta padece de una rara enfermedad conocida en los Andes como “la teta asustada”, que emerge como una creencia o mito que sostiene que se trata de una patología que portan los hijos e hijas de las mujeres violadas y maltratadas durante el embarazo o la lactancia durante la guerra interna del Perú de los años 80 [1], caracterizada por un miedo de tipo ancestral o atávico. En nuestra película, es Perpetua quien fue víctima de una violación y fue obligada a ver morir a su esposo y exiliarse a Lima. En este caso, el terror de Fausta se puede observar, entre otras cosas, en la necesidad constante de andar acompañada por la calle y se manifiesta corporalmente con hemorragias nasales ante momentos de crisis. A los pocos minutos de iniciado el film nos enteramos además que lleva una papa en la vagina para evitar ser violada como su madre.

La película comienza con la voz de Perpetua cantando su historia, explicando los horrores vividos por ella en el pasado, habiendo sido víctima de una violación. A partir de esta escena vemos cómo se establece la comunicación madre-hija a través del canto. Podemos considerar entonces un momento clave en la vida de la protagonista: la muerte de su madre y la promesa que le ha hecho de enterrarla en su pueblo natal. Este hecho lleva a Fausta a buscar un trabajo para ahorrar dinero; es a partir de aquí que conoce a la Sra. Aída, dueña de “la casa de arriba” (mansión en la periferia de la capital Limeña) quien además es compositora e intérprete de música y con la cual Fausta intentará establecer una relación a través del canto, al igual que con su madre. Allí también conoce a Noé, el jardinero de dicha casa, con quien establece una relación diferente (basada en la comunicación a través del Quechua sureño, su lengua materna) la cual le presentará otra posibilidad de afrontamiento de sus miedos.

En relación a la dimensión particular de la historia podemos establecer que el universo de Fausta está conformado por la historia de violación vivida por su madre y la enfermedad que sufre. Su mundo está conformado por el hecho inexorable de un posible ataque sexual, por un trauma en relación a ello y por el dictamen de que la enfermedad la acompañará a lo largo de toda su vida y frente a lo cual nada puede hacer para cambiarlo. Además, su entorno comparte dicha creencia lo cual les permite explicar su comportamiento y sus miedos en relación a las relaciones interpersonales; acompañarla en lo que dicha situación implique (por ejemplo ir a buscarla y caminar a su lado en la calle) y aceptar las decisiones que de ella se desprenden (el tío, por ejemplo, no comparte el hecho de que Fausta tenga en su vagina una papa- como medida precautoria frente a una posible violación- sin embargo, no lo juzga y respeta sus decisión). Además, en su universo existen reglas tales como: “En mi pueblo tienes que caminar así, pegada a la pared, sino te agarran las almas y te matan”- lo cual podemos observar a partir de la siguiente frase expresada mientras camina junto al jardinero-; o también “Hay que cantar cosas bonitas para esconder nuestro miedo (…) Para disimular nuestro miedo, esconder nuestra heridita”.

En las dimensiones singulares el film da cuenta de que la historia trasmitida por su madre la lleva a colocarse una papa en su vagina lo cual funciona como un escudo que la protege frente a un posible ataque sexual ya que según sostiene: “sólo el asco detiene a los asquerosos” lo cual a su vez produce un efecto subjetivo de miedo permanente.

Por otro lado, podemos observar que en lo singular la historia narra cómo a través del uso del canto como medio de expresión de contenidos internos Fausta logra ir esbozando un camino hacia la resolución de su problemática. En este sentido, podemos establecer una relación con la musicoterapia ya que es a partir del darse cuenta a través del canto y de las relaciones interpersonales que puede ir elaborando sus miedos y ampliando los límites de su universo.

En base a lo dicho anteriormente, sostenemos que la siguiente historia es de gran importancia para observar la relevancia de la música como herramienta para establecer lazos sociales y de comunicación. A su vez, hace hincapié en la función del canto no sólo como lazo comunicativo (en el caso de Fausta y su madre así como también entre Fausta y Aída) sino también como expresión del self y mecanismo de afrontamiento de cuestiones reprimidas que le permiten a Fausta cantar aquello que no puede decir a través de la palabra.

Conflicto interno armado - Perú 1980-2000

El conflicto entre el Estado, Sendero Luminoso y Tupac Amarú se conoce como el conflicto armado de mayor duración e impacto de la historia del Perú ya que se extiende desde 1980 hasta el año 2000 en al menos 15 departamentos de los 24 en que está dividido Perú.

En Mayo de 1980, el partido maoísta Sendero Luminoso, proclamó la guerra insurreccional en Perú luego de que, tras 12 años de diversas interrupciones a la democracia de mano de los militares, el país lograba nuevamente el retorno a elecciones. En este contexto, Sendero Luminoso era uno de los pocos grupos políticos de izquierda que declinan tomar parte de este proceso electoral, optando en su lugar por iniciar una guerra de guerrillas maoista en las alturas de la provincia de Ayacucho. En 1982, frente al recrudecimiento de la lucha armada, el Estado toma intervención ordenando a las Fuerzas Armadas Peruanas iniciar la lucha contra Sendero Luminoso, dando lugar a la suspensión de derechos constitucionales en aquellas zonas determinadas en emergencia frente al avance del Sendero Luminoso.

Por otro lado, ese mismo año el Movimiento Revolucionario Tupac Amarú reivindicando la “verdadera democracia” comienza su propia guerra de guerrillas contra el Estado peruano al considerar que éste cometía abusos contra los derechos humanos.

Durante este período, estas dos fuerzas entablaron combate entre sí y con el Estado peruano, lo cual según las investigaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), creada por el gobierno de transición en Perú (2000-2001) ha dejado como resultado unos 70 mil muertos y miles de víctimas de vejaciones. Según los mismos informes, las mujeres fueron de las más afectadas ya que 7. 426 fueron víctimas y sufrieron desaparición forzada, detención ilegal, tortura y ejecución extrajudicial. La mayoría también soportaron abusos sexuales (según informes de la CVR el 83% por ciento de las violaciones son atribuidas a agentes del Estado). De los casos, el 75% eran de mujeres quechuas; población dentro de la cual el 83% era de origen rural, 36% campesinas y 30% amas de casa. Dentro de esta población se halla un número superior de víctimas cuyas edades oscilan entre los 10 y los 30 años, mientras un 8% eran niñas menores de 10 años.[iii]

8.      ENTREVISTA ANTROPÒLOGA GESTORA

Tener “la teta asustada”, significa “tener la leche materna con rabia, sufrimiento, tristeza”. En quechua es Mancharisqa Nuñu. Y ñuñu puede ser “leche” y “teta”. La antropóloga médica Kimberly Theidon, tradujo el término como “la teta asustada”, en un libro que inspiró a la directora de cine Claudia Llosa a escribir el guión de ese extraordinario y bello filme, que ganó el Oso de Oro en el festival de Cine de Berlín el año pasado y que fue candidato al Oscar.

“Claudia me dijo que cuando leyó mi libro “Entre prójimos” supo que sobre eso iba a tratar su segunda película. Es maravillosa”, narra la Doctora Theidon, profesora asociada en la Universidad de Harvard, en esta entrevista que hicimos por medio de internet, ella en Toronto, participando precisamente en un debate sobre The Milk of Sorrow, como se conoce la película en inglés.

Theidon trabajó en Ayacucho, Perú, a mediados de los 90 e investigaba para conocer cómo la gente intenta vivir nuevamente después de un conflicto militar, cuyos protagonistas eran el ejército peruano, Sendero Luminoso, la población civil, comunidades, entre otros. “Quise entender cómo vive la gente con esta proximidad entre perpetradores, víctimas, testigos y gente que borra estas categorías, para conocer las estrategias que tienen para con los culpables, los mecanismos de justicia social comunal y ahí fue donde salió toda la historia sobre violencia sexual”.

A lo que se refiere la profesora Theidon es a uno de los horrores más terribles: las violaciones masivas que sufrieron decenas más centenares de mujeres (adultas, jóvenes, niñas, niños) en medio del conflicto, perpetradas tanto por el ejército peruano como por los miembros de Sendero Luminoso. Theidon las entrevistó y ellas le contaron todo ese horror.



P. ¿Existe la historia de la protagonista de la película, Fausta, interpretada por Magaly Solier?

K. T. El guión lo elaboró Claudia Llosa y ella introdujo elementos de realismo mágico, pero tomó los temas que no son inventados. La gente siempre me pregunta: ¿realmente hay mujeres con papas en sus vaginas? Mi respuesta es “no, hay mucha papa en el campo pero no en las vaginas”, pero sí hubo muchas estrategias para evitar la violencia sexual, por ejemplo: echar sangre en la ropa interior pensando que eso iba a desanimar a los violadores, las mujeres disimulaban estar embarazadas pensando ¡quién podía violar a una mujer embarazada!, lamentablemente, sabemos que hay muchos que pueden hacerlo; las mujeres, gritaron, pelearon, intentaron defenderse, y a sus seres queridos. Aunque esto de introducir una papa en la vagina, es por supuesto ficción, el acto de elaborar estrategias para frenar la violencia sexual eso sí fue parte de la vida cotidiana de muchas mujeres a lo largo del conflicto armado en Perú. “La teta asustada” es omnipresente en los discursos de las mujeres que vivieron esos años.

P. ¿En qué consiste la teta asustada?

K. T. Parto de la idea que los quechua hablantes manejan teorías muy sofisticadas sobre la violencia, cómo les impactó, qué hay que hacer para enfrentarla, cómo hay que curarse. Si pensamos en la idea que uno puede transmitir su dolor, su sufrimiento, su memoria a su bebé por el útero o por la lactancia materna, y esta es una teoría probable, hay evidencia, y es una teoría que muchos científicos comparten en todo el mundo, no sólo estas mujeres. Hay estudios que dicen que por supuesto si una mujer está con estrés, con trauma, escapando de grupos armados, sin poder comer bien, sin poder respirar y dormir puede transmitir eso a su bebé. En quechua se dice “Mancharisqa Nuñu” (Theidon habla en quechua): “yo estaba con mi teta asustada”. La idea es que nuñu es teta y también es leche, la mujer misma sufrió el susto horrible y también transmitió -con su leche, su sangre- esto a su bebé. Y para ellas era un temor horrible: ¿cómo van a nacer sus bebés? Creían que no podrían ser normales después de todo ese sufrimiento. Dentro de sus preocupaciones centrales era que sus hijos iban a nacer sin uso de razón, también más dispuestos a epilepsia, o creen que esos bebés nacen sin la capacidad de querer a los demás. Entonces hubo maneras de entender el impacto sobre sus bebés.

P. Leer los testimonios de estas mujeres me provocó mucha angustia, cuando ellas narran cómo se enfrentaron a los violadores. Hay un testimonio donde una mujer explica cómo para evitar que violaran a sus hijos se los ataba a sus piernas para sentir que estaban ahí y no en otro lado, que no se los habían llevado a violarlos, mientras a ella la violaban.

K. T. Esa es una de las imágenes más fuertes que tengo. Muchas mujeres hicieron todo lo posible para asegurase de que aún si ellas iban a sufrir la violación nadie iba a tocar nunca a sus hijos. Esa fue una pelea constante. Las madres narran mucho de cómo intentaron salvar a sus hijos de esa experiencia aun si fuera necesario sacrificarse ellas mismas.

P. El sufrimiento es inmenso, intolerable.

K. T. Otra cosa que sale mucho como un tema es el caso de estas mujeres con familiares detenidos, tildados como terroristas, y llevados a los cuarteles. Entonces las mujeres tenían que ir a buscar a las bases militares y sabían lo que les iba a pasar, pero lo hicieron. Las mujeres dicen: ellos tenían a mi hijo, y no me importaba si eran 20, 4, no importaba. Yo iba a hacer lo que tuve que hacer porque yo iba a volver con mi hijo, mi esposo, mi hija, mi hermano. Fue todo un trueque, muy coercitivo: el sexo tal vez puede salvar la vida de un ser querido.

P. Así es como llegás a proponer la categoría de heroísmo femenino para estas mujeres.

Honestamente, lo que más me indigna, más que cualquier otra cosa, es que como esta estrategia no cabe dentro de las narrativas de heroísmo masculino, no entra en el archivo público. Entonces estas mujeres viven con vergüenza, y esto me indigna. Esto que hicieron ellas es heroísmo, totalmente heroísmo femenino, pero no entra en los archivos públicos porque estas son mujeres violadas, degradadas, avergonzadas. Esto hay que cambiarlo.
P. La papa dentro de la vagina de Fausta se convierte en otra estrategia de protección. Es una metáfora potente. ¿Qué parte de la película te gusta más?
Difícil decir, porque me encanta todo. La simbología. Una cosa que salió en los debates en Toronto es que es una película muy conciliadora, que no indica con el dedo. Lo que me fascinó cuando salió en Perú, es cómo la gente completa la película con sus propias narrativas: en la escena cuando la madre está muriendo, canta una canción en quechua sobre su violación y nunca dice quién fue, aunque da a entender que fue el ejército. Pero mucha gente en Perú llenó la historia con sus propias memorias y creyó que era Sendero Luminoso, porque es el enemigo oficial. Eso es interesante, cómo la película abre un espacio para hablar, la gente se queda hablando por horas.
Lo que vemos en cualquier conflicto armado es que los grupos armados tienen patrones de violencia sexual muy diferenciados: las fuerzas armadas, la guerrilla, los campesinos. Lo que veo son patrones: en las historias nacionales no pueden ser violadores. Insisto en esto: si pensamos en justicia y reparación para las mujeres hay que entender que hubo actos de violencia sexual por todos los bandos armados a lo largo de estos años.

P. ¿Cómo se cura la teta asustada?

K. T. Hubo varias maneras. Durante la violencia misma las mujeres acudieron a los curanderos, con limpias, lavándose con hierbas. Y como los curanderos brindan un espacio para hablar, me imagino que hubo una conversa con alguien que podía empatizar con ellas. Por otro lado, también hay una práctica de tomar “agua de olvido”. Y también ayudaron las iglesias evangélicas de la zona.
Quiero agregar que cuando pienso en sanación pienso en justicia, en falta de justicia e impunidad. Porque para mí, parte de la sanación sería la condena a los violadores, la reparación económica y simbólica para estas mujeres. La justicia puede ser muy sanadora. Y ninguna de las mujeres que conozco ha encontrado justicia, muchas sufren de mal de rabia, todavía.
P. Muy emocionante el momento cuando Magaly Solier habla en quechua durante la entrega del Oso de Oro en Berlín, uno de los máximos galardones cinematográficos.
K. T. (Ríe) Yo lloré. Yo estaba llorando. Como académica, no imaginas que alguien vaya a leer tu texto. Muchos textos académicos son horribles, nadie quiere leer salvo quienes tenemos que leer, o porque somos alumnas dedicadas. Intenté escribir de otra manera, conmover como mi trabajo me conmovió en cada etapa. Creo que cuando podemos escribir, como investigadoras comprometidas con la política y con la justicia social, algo que toca a los demás y que inspira una película que va a llegar a muchos más, que cualquier libro, artículo, para mí ha sido una de las cosas más gratificantes.

P. No participaste en el guión, en la película.

K. T. No, no sabía de la película. Ha sido una sorpresa tan linda. ¡Me encanta lo que hizo! Es un texto brillante. Nos hemos comunicado después. Estoy muy agradecida, Claudia me dijo que cuando leyó el libro sabía que iba a ser su próxima película.
Creo mucho en lo que escribió el antropólogo Marcel Mauss, sobre los dones: los dones que circulan entre la gente van tejiendo redes, obligaciones, reciprocidades. Entonces para mí, cuando las mujeres nos hablaron sobre lo que les había pasado nos encargaron hacer algo con lo que habíamos escuchado. Para mí fue un don, un regalo, experiencia inolvidable escuchar a esas mujeres. ¿Y que yo podía hacer algo para corresponder, circular esas experiencias? Es más de lo que hubiera soñado.
Los estudios sobre la memoria colectiva en Centroamérica, se enfrentan a una controversia: por un lado, alguna gente piensa que recordar provoca división social. Otros creen que es urgente y necesario para cerrar heridas. Tanto en Nicaragua como en El Salvador y Guatemala nos preguntamos: ¿hay que rescatar la memoria o hay que olvidar?
Creo que es fundamental investigar sobre la memoria. Pero parto de esta idea: que no podemos caer en el binomio entre memoria-olvido. Hay que plantearlo como memorias-contra-memorias. Siempre hay una lucha total de quienes tienen el poder de narrar lo que pasó. Pero sabemos que no es memoria por un campo y olvido por otro. Es mucho más complejo. Yo he especificado esta ecuación así: hay memoria oficial, del estado, hegemónico, represiva, mala, y a otro lado de este binomio, hay memoria popular, como si fuera intrínsecamente democrática, emancipadora, memoria buena. Y realmente si solo fuera así, una película con buenos y malos, sería más fácil la vida. Es una manera simplista de acercarse a los problemas.
Pienso que en cualquier problema, grupo, comunidad campesina chiquitita no hay una sola memoria popular, que depende con quien hablamos. ¿Las mujeres? Tampoco ellas comparten una sola memoria: algunas era combatientes, algunas eran víctimas, viudas y su esposo era del otro lado… Jamás deberíamos caer en pensar, en reemplazar memoria oficial con memoria popular como algo intrínsecamente democrático. Cualquier espacio social está cruzado por relaciones de poder, de género, de generación, de quienes hablan castellano, maya, lenguas indígenas, quechua. Lo más importante es abrir un espacio para la polifonía, las maneras que la gente narra. Hay lógicas sociales que varían. Las lógicas nacionales pueden estar en contra de las lógicas sociales, de las comunidades. Para mí hay que plantearlo como memorias contra memorias, siempre en plural.
¿Y el olvido?
Debo decir que el olvido no es siempre un arma ejercida por los poderosos, puede ser algo muy deseable por las personas que han sufrido mucho. Creo que hay una tiranía de la memoria, que la gente tiene que recordar todo, narrar todo, no pueden olvidar nada. De vez en cuando, la gente me dice: “si nosotros no olvidáramos algo, sería imposible vivir juntos”. Creo que hay que pensar en una manera mucho más abierta: cómo funcionan memorias, contra-memorias, silencios, olvidos. En algunas asambleas comunales hay todos estos rituales de hacerles recordar lo que habíamos acordado olvidar. Esto es parte de una lógica mucho más compleja, cuando la gente intenta manejar y recomponer la vida social bajo estos contextos, entonces, aunque entiendo desde un aspecto activista el reemplazar memoria oficial y popular, es mucho más complejo.[iv]

9.      CITAS:


[i] http://es.wikipedia.org/wiki/La_teta_asustada
[ii] http://www.filmaffinity.com/es/film725478.html
[iii] http://www.eticaycine.org/La-teta-asustada
[iv] http://periodismohumano.com/culturas/la-teta-asustada-la-historia-detras-de-la-pelicula.html


jueves, 19 de junio de 2014

IRMA LA DOUCE

Irma la Douce (Billy Wilder, 1963)




Ficha Técnica:
Título original: Irma la Douce Año: 1963
País: USA
Género: Comedia. Prostitución
Dirección: Billy Wilder
Guión: Billy Wilder, I.A.L. Diamond (Teatro: Alexandre Breffort)
Duración: 142 min
Reparto: Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Lou Jacobi, Bruce Yarnell, Herschel Bernardi, James Caan, Hope Holiday, Joan Shawlee, Grace Lee Whitney, Paul Dubov, Howard McNear, Cliff Osmond, Diki Lerner, Herb Jones

Sinopsis Un infeliz gendarme, fiel cumplidor de su trabajo, queda apasionadamente enamorado de una prostituta a la que detiene en una redada. Por ella dejará su trabajo, se enfrentará al chulo que la explota y, gracias a un golpe de suerte, se convertirá en el nuevo matón del barrio, los pintorescos Halles de París. Curiosamente, aunque no está muy conforme, ahora vive de la chica, ella lo ve como su nuevo protector y él por amor la deja hacer... (FILMAFFINITY).

Lemmon en estado puro y la maravillosa MacLaine en su mejor época dirigidos por el maestro Wilder. Así sólo podía salir una divertida, genial y gozosa comedia. (Pablo Kurt: FILMAFFINITY). “Amores difíciles para una cinta llena de encanto. Imprescindible" (Fernando Morales: Diario El País). 1963: Premio Oscar: a la mejor banda sonora adaptada + 3 nominaciones (1)

 

COMENTARIOS:

Film nº 18 de Billy Wilder. El guión, escrito por B. Wilder y I.A.L. Diamond, se basa en la comedia musial "Irma la douce" (1956), de Alexander Breffort, con música de Marguerite Monnot. Se rueda en los Warner Studios (Hollywood). Gana un Oscar (adaptación musical) y otros premios. Producido por B. Wilder, Edward Alperson y Alexander Trauner, se estrena el 5-VI-1963 (EEUU). La acción tiene lugar en el mercado mayorista de "Les Halles" (Paris) y alrededores, en 1962/63. Néstor Patou (Lemmon) es un gendarme responsable e insobornable, destinado como premio por su buen trabajo al barrio de "Les Halles". Allí conoce a "Moustache" (Jacobi), propietario de un bar, y a Irma (MacLaine), la prostituta con más clientela de la zona. El film suma los géneros de comedia, drama y romance. Wilder repite experiencia con los protagonistas de "El apartamento" (1960).

Desarrolla un relato que tiene la sencillez propia de un cuento. Hace uso de técnicas de estilo tomadas de su maestro Lubitsch, como la elipsis de la primera noche que pasan juntos los protagonistas (aproximación/fundido en negro/plano de la mañana/Néstor con el antifaz de Irma) y escenas fuera de campo (pelea de Irma y Lolita). Incorpora cuadros de gran ternura, como la cobertura de la cristalera con papel de periódico para que nadie vea a Irma cuando se desviste, y de gran acercamiento personal (Nétor e Irma camino de casa tras la pelea con Hipólito). Cuida detalles cargados de gracia y sutileza (posiciones de la porra de Néstor). Se hacen presentes varias de las constantes del autor: extraño encendido de una cerilla, coches a la carrera, referencias a Europa, mujer tierna y pícara, chica en ropa interior, cita melómana (Ravel), etc.

 

El film condena la indolencia, los juegos de azar, la corrupción, la bravuconería, la vanidad, la explotación de personas, el autoritarismo, etc. Critica la ineficiacia policial, los errores judiciales, los chivatos. Se posiciona contra mitos y tabús, como los prejuicios sobre las prostitutas. Construye un relato lleno de comicidad, que extrae de recursos muy diversos: enredos, malententidos, personajes arquetípicos (chulo vanidoso), confusión y sustitución de identidades (disfraces), situaciones surrealistas (apariciones y desapariciones de Lord X), figuras rocambolescas ("Moustache" es tocólogo, economista, abogado, filósofo...), desventuras reales o imaginarias (las que Irma cuenta a clientes), urgencias imperativas (boda contrarreloj). Son escenas memorables la del traslado en furgoneta, la pelea de Néstor e Hipólito, la boda en iglesia atestada de chicas de la calle. La música, de André Previn, aporta una partitura recia, pícara y colorista, con temas tan gratos como "The Market" y "Look Again". Añade temas adaptados, como el alegre "Dis Donc" y "Language Of Love". La fotografía, de Joseph LaShelle, luce un cromatismo espléndido, ofrece travellings verticales y un uso funcional y efectivo de la cámara. Las interpretaciones son excelentes. (Miquel, FilmAffinity) Irma, la dulce (1963) es una película dirigida por Billy Wilder y protagonizada por Jack Lemmon y Shirley MacLaine.

Ganadora de uno de los dos Oscar a los que estuvo nominada, la película está basada en un exitoso musical francés estrenado en 1959, con libreto de Alexandre Breffort y música de Marguerite Monnot. (2)

 

Una nueva lección de cine del maestro Billy Wilder, que vuelve a demostrar su colosal talento en las comedias románticas que otrora invadieron las pantallas del mundo entero. Esta vez nos narra la relación que surge entre un gendarme incorruptible, Nestor Patou (como no, a merced de su actor fetiche Jack Lemmon, de nuevo pletórico) e Irma, una prostituta muy sagaz interpretada hábilmente por Shirley MacLaine, que tras comenzar de la peor manera (él se saca de la manga una redada que le cuesta el despido) entrelazarán sus vidas creando una comedia que hoy día consideramos un clásico.

Situados en el parisino barrio de "les Halles", el despechado policía se irá prendando de Irma poco a poco, y casi sin darse cuenta, se convertirá en el "protector" de esa mujer de mala vida que en su momento tanto despreció. Una vez descubre que se ha convertido en un mantenido, recelará de cualquier cliente que pague por sus servicios y cavilará un plan para únicamente ser él su fuente de ingresos, fingiendo ser otra persona e inventándose al señor Lord X, un sir inglés refinado y ricachón que con 2 servicios a la semana pagará más que suficiente dinero para que no atienda a más clientes (además, sin consumar relaciones íntimas, sólo juegan al solitario... los dos!!). Los personajes principales (Nestor e Irma) resultan excepcionalmente cómicos, pero se verán acompañados de un secundario de auténtico lujo, el propietario del bar de enfrente, el señor Moustache, que nos regalará posiblemente las mejores conversaciones del film (este papel iba a ser para Charles Laughton, pero falleció antes de poder rodarlo, al igual que Marilyn Monroe, que tenía el rol de Irma, pero también pereció tempranamente).


En conjunto esta obra proviene de un musical, pero no era un género en el que Billy Wilder se sintiera cómodo y lo adaptó magistralmente a una comedia, que por otro lado, tan bien le sienta a la pareja Wilder-Lemmon, ambos ya legendarios. Lo más reprochable del film sería su estirada duración (casi 150 minutos) que consiguen desencantar el tramo intermedio de la película, anclándose demasiado en la pérdida de valores del protagonista y perdiendo el fuelle cómico, que hasta ahora dominaba la cinta. Pese a levantar el vuelo más adelante, se ve afectada por ese bajón y lastima mi valoración final, que aún siendo magnífica, hubiera podido ser sublime.

Contiene unos títulos de crédito entremezclados con escenas de Irma y sus clientes dignos de alabar, y una ambientación tan alegre como dinámica, visualmente agradable. Es a su vez, la primera película para un novatillo James Caan (hace de soldado) y cuenta con la presencia de un también imberbe Bill Bixby, como tatuado marinero de bar. Aquí tenemos pues una excelente comedia con atractivos personajes que deleitará al paladar más fino y también a los menos exigentes, ya que enamora por igual a todos los públicos. Subrayaré el curioso tráiler original de cine, realizado con animación -muy simpático- el enigmático pasado lleno de experiencias irreales de Moustache (divertidísimos) y el comentario que realizó el propio Wilder de su propia película : -Simplemente, no acabó de funcionar! – (3)


CITAS:
1.- http://hawkmenblues.blogspot.com/
2.- http://es.wikipedia.org/wiki/Irma_la_dulce
3.- http://sospechososcinefagos.blogspot.com/2011/06/irma-la-dulce-1963.html

jueves, 22 de mayo de 2014

LA MORT EN DIRECT

Artículo I.           18/1/2012LA M
LA MUERTE EN DIRECTO
 


Debido a la fiebre de los reality shows, pensé que sería un buen momento para recuperar el clásico de Bertrand Tavernier La muerte en directo (La mort en direct, 1980). Sin embargo, al repasar el film, he descubierto que ha sido profético en más de un sentido, y poco a poco ha dejado de ser ciencia ficción para convertirse en nuestro presente.

Basada  en la novela de David G. Compton The Continuous Katherine Mortenhoe, Or The Unsleeping Eye, la película narra la historia de Roddy (Harvey Keitel), al cual le han implantado una cámara en el cerebro y todo lo que ven sus ojos es debidamente grabado. Se somete a esta operación para ser "la cámara" del nuevo programa Death Watch. El objetivo de este programa es grabar y documentar la muerte de Katherine Mortenhoe (Romy Schneider), enferma terminal, para que pueda ser seguida por millones de telespectadores. Algo con lo que Katherine no está del todo de acuerdo.

El tema principal es la muerte: la fascinación y el miedo que nos provoca. En el plano que abre la película vemos a una niña jugando despreocupada entre las tumbas de un cementerio, la cámara se eleva y vemos al fondo una ciudad; las tumbas y los edificios parecen confundirse. Desde el primer momento la muerte está presente en la película. Sin embargo, no es el único tema que trata.

El morbo y el placer de ver a una persona humillarse parecen ser los principales motivos por los que los reality y los talent shows permanecen en pantalla. Este morbo y esta fascinación son llevadas al extremo por Tavernier, donde nos presenta una sociedad futura (la nuestra) ansiosa por ver como Katherine se enfrenta a la muerte. Esto es así porque esta sociedad ha escondido la muerte, los viejos y viejas son llevados a unas residencias donde mueren discretamente, apartados de la sociedad. No muy diferente de nuestra sociedad obesionada por lo nuevo y brillante, como niños pequeños.

Es también una sociedad sin imaginación: Katherine trabaja creando libros escritos por una computadora. Ella introduce diferentes elementos y la sofisticada máquina se encarga de crear la ficción. Libros creados en masa, como coches en una fábrica, sin personalidad, inofensivos y fácilmente digeribles.



Katherine se ve convertida en el acto en una celebridad: la prensa la acosa, desconocidos le piden autógrafos y siempre hay mirones intentando ver el interior de su casa. Es famosa no porque se muere, sino porque se muere en televisión. Otro de los signos de los tiempos que vivimos: gente que se hace famosa por el simple hecho de salir en televisión. Lo que ha llevado a la creación de una nueva profesión: la persona que se dedica a ser famosa (o popular, más bien) y que se dedica a vender su vida para seguir siéndolo.

Roddy, con sus ojos convertidos en cámaras, es la perfecta representación de nuestra sociedad. La operación implica que no pueda estar nunca a oscuras ni cerrar los ojos. Ya no duerme ni mucho menos sueña, buscando continuamente estímulos para sus ojos. Es una adecuada descripción de nuestra sociedad de continua información y perpetuo estímulo. El silencio inquieta a la gente, lo obliga a pensar, así que es mejor vivir continuamente estimulado y no pensar demasiado. Lo que ha llevado también al síndrome del niño impaciente: queremos las cosas ahora, no tenemos tiempo para esperar.

Dejando de lado alegorías, metáforas y la profundidad de los temas que trata, La muerte en directo es una interesante combinación de drama y ciencia ficción, que se ve beneficiada de un estupendo reparto y una fantástica banda sonora de Antonie Duhamel. Por un lado resulta interesante ver como Katherine se enfrenta a la situación en que se ha visto metida y, por otro lado, resulta también interesante la evolución de Roddy, en un principio entusiasmado por ser usado en el experimento pero poco a poco vemos como le va afectando y se empieza a cuestionar todo el asunto.

La película fue rodada en inglés, así que ésa es la VO, ya que fue una coproducción entre Francia, Alemania (entonces Alemania del  Este) y Reino Unido.[i]




Titulo original
La Mort en direct
Realizador
Bertrand Tavernier
Escenografos
Bertrand Tavernier, David Rayfiel
Actores principales
Romy Schneider, Harvey Keitel, Harry Dean Stanton
Países
Francia, Alemania, Inglaterra
Género
Drama
Estreno
Duración
128 minutes (2 h 8)


 

Synopsis
Dans un futur proche où la science a réussi à vaincre les plus grandes maladies, Katherine Mortenhoe, une écrivain à succès, apprend qu'elle est atteinte d'une maladie incurable et qu'il ne lui reste plus que quelques semaines à vivre. Elle est contactée par une chaîne de télévision qui souhaite la filmer pour son émission La Mort en direct. Refusant l'offre, elle sera filmée à son insu par Roddy, un cameraman, grâce à une caméra implantée dans son cerveau.









Fiche technique
  • Titre : La Mort en direct
  • Titre anglais : Deathwatch
  • Réalisateur :Bertrand Tavernier
  • Scénario : Bertrand Tavernier et David Rayfiel d'après le roman The Continuous Katherine Mortenhoe, or The Unsleeping Eye de David Compton.
  • Production :Ekie Kfouri, Bertrand Tavernier coproducteur et Janine Rubeiz (non créditée)
  • Musique : Antopine Duhamel
  • Image : Pierre William Glenn
  • Pays d'origine : France Allemagne
  • Genre : Drama
  • Durée : 128 minutes
  • Dates de sortie :   (France 11.01.1980) ; (Allemagne 09.05.1980)
Distribution
Récompenses
  • 1980 Nomination à l'Ours d'Or au Festival de Berlin
  • 1981 Nominations aux Cesar de la meilleure photographie, du meilleur montage, de la meilleure musique originale, du meilleur son et du meilleur scénario (original ou adaptation).


El nuevo voyeur
En la época que se rodó La muerte en directo, hasta cierto punto, se podría considerar a Tavernier, un realizador moderno, que proyectaba una mirada clásica sobre todo lo que tocaba. Su respuesta al nuevo cine francés, regresando a los orígenes defenestrados de la Calidad Francesa de la mano de la escuela de guionistas del realismo psicológico, como eran Pierre Bosch y Jean Aurenche, topaba de frente con el concepto, ya no tanto de autoría cinematográfica, si no con la distinta concepción de la descripción tanto del entorno como del interior de los personajes. De hecho, si enfrentamos las óperas primas de Tavernier y Truffaut, no podría ser un ejemplo más clarificador: Allí donde en Los 400 golpes (Les quatre-cents coups, 1959) se conjugaba el pesimismo social con el optimismo, casi desesperado, del joven protagonista, en El relojero de Saint-Paul (L'horloger de Saint-Paul, 1973), el protagonista, pese a tener todas las puertas cerradas de ante mano, consigue siempre avanzar hacia el optimismo a través de una particular redención. La confrontación padre-hijo es tan diferente en ambos films, como la concepción de la historia para ambos realizadores. Si en el film de Truffaut el padre era un símbolo globalizador de a donde había llegado la sociedad francesa con esa mezcla ambigua de hedonismo, nihilismo y estupidez, en el film de Tavernier, sólo se descubre el inconmensurable amor de un padre, capaz de resignarse a todo, excepto a perder a su hijo, si no bien físicamente, al menos moral y emotivamente.

La valentía de Tavernier le llevó no ya pocos amigos, si no infinidad de críticos y detractores, que aprovechaban la más mínima ocasión para desacreditarle tanto a él cómo persona, cómo a su cine. Así, un film tan arriesgado e innovador como es La muerte en directo, una ambigua historia de Ciencia Ficción, que baraja temas tan importantes como la perversión social a través de los medios y la deshumanización frente a un mundo ávido de una nueva pornografía (tal como proclama el productor de la cadena NTV, Vincent Ferriman / Harry Dean Stanton); fue duramente atacado, tachándolo tanto de pesado (que no lo es en absoluto) como de presuntuoso, esto último quizás derivado de la intensa personalidad del realizador, dotando al film de un lirismo que si bien, la mayoría de las veces es más que correcto (en especial toda la secuencia final en casa del ex-marido de Catherine, Gerald / Max Von Sydow), puede en algunos casos quizás alargarse en demasía. De hecho, la mayor pega que le veo a los films de la primera época de Tavernier es su tendencia a dilatarse quizás en excesivo, en ocasiones enturbiando la calidad del film, como en el caso de El juez y el asesino (Le juge et l'assassin, 1975), en otras siendo capaz de retener la armonía, pero sin tampoco añadir nada más, como en el caso de La muerte en directo o Corrupción (1280 almas) (Coup de torchon, 1981).


El argumento de La muerte en directo, extraído de la novela de David G.Compton "The continuous Katherine Mortenhoe", según Tavernier, se sitúa en un margen de entre 5 y 20 años posteriores a la filmación de la película (eso sería entre 1985 y el 2000). Este futuro imposible, es prácticamente indiferenciable del actual, pues tanto los decorados como el propio devenir de la historia nos aleja de cualquier referencia post-moderna, más allá de la trama con la que arranca el film: Un joven reportero de la cadena de TV, NTV, acepta implantarse una cámara en el cerebro para poder filmar a través de los ojos la muerte por enfermedad de la escritora Katherine Mortenhoe (Rommy Schneider) Como ya últimamente se han llegado a televisar ejecuciones públicas en los EEUU, se pueden hacer una idea de la degraduación de la ficción con el paso del tiempo.

El carácter fantástico del film queda denotado en los mínimos detalles que da Tavernier de un mundo ultratecnológico (desde ordenadores que escriben solos sus historias a profesores televisados para cada alumno) y por una ambigua realidad social, donde la policía carga con dureza sobre manifestantes que son pagados por el estado (!). Este sutil uso del género empareja a Tavernier tanto con Jacques Tourneur como con Michael Powell (cuya El fotógrafo del pánico / Peeping Tom, 1960, se ve hasta cierto punto homenajeada por el film de Tavernier, con la diferencia de que la mirada de Roddy (Harvey Keitel) es proyectada por todos los televisores del mundo, y la del protagonista del film de Powell es únicamente para su propio placer), en su inteligencia para remarcar el carácter genérico como mero decorado para centrarse realmente en la historia y en los personajes (No por casualidad La muerte en directo está dedicada a Tourneur, así como Daddy Nostalgie (ídem, 1990) está dedicada a Powell, que había fallecido sólo un año antes.).

Tavernier recupera el formato panorámico, Panavision, tras estrenarlo con El juez y el asesino, y con él dibuja un film tembloroso, con numerosos travellings y grúas, en especial en las persecuciones que pueblan el film, quizás como símbolo de la fragilidad de la huída, no tanto física de la protagonista, como mental, para intentar apartar la presencia de la muerte a un lado. El hecho de que todo sea una vil trampa, orquestada por Ferriman, no deja de ser una paradoja, pues si Kate no hubiera huído, la cadena de TV le habría encontrado a tiempo para curar su enfermedad provocada, y para cuando ya lo descubre, en una secuencia maravillosa en casa de Gerald, decide poner fin a todo: tanto al programa y a sus productores, como a su incapacidad, la de la propia Kate, para luchar y salir victoriosa de cuantos conflictos posee. Y es que pese a ser una mujer tremendamente dura, es una figura totalmente herida, a quien la falsa noticia de su enfermedad acaba por hundir por completo. De hecho, Kate, es una mujer que vive con un marido anodino, tan útil como un microondas, enfrentada a una máquina-escritora que la rechaza una y otra vez, y, para colmo, ex-mujer de un hombre al que ama, pero con el que no pudo vivir pues la grandeza de él como persona culta acababa por empequeñecerla, hasta no poder más y tener que huir de ese matrimonio que la consume.

Realmente la historia es apasionante y compleja, si bien toda la primera parte se sostiene en la fascinación de Roddy, interpretado por un excelente Harvey Keitel (atención a la escena en la cárcel cuando llora al presidiario que no apague la luz), que se hallaba perdido por Europa buscando los papeles que no le ofrecía el mercado norteamericano al considerarlo un actor "raro" (5), por filmar la degeneración de Kate (queda latente su gusto por la tragedia cuando le comunica al montador si había cogido, como en un arrebato de dolor a Kate se le caían las pastillas), para luego dar paso a una extraña redención, tras una brutal escena en que ve lo filmado por sus ojos y cerebro en un bar de un pueblo y comienza a llorar, dándose cuenta de todo el mal que le estaba creando a su compañera y amiga incauta de viaje, para luego él mismo llegar a forzar su ceguera para así dejar de filmar/ver a Kate, en lo que es ya un acto inútil, pues la condena que pesa sobre la mujer, ya la ha dispuesto para lo inevitable. El viaje que Kate efectúa es una huída hacia atrás, va a encontrarse con la muerte mediante un regreso al pasado, y no tanto para exorcizar sus errores en el pasado, si no para reconciliarse con ellos. Como un último intento de mirarse al espejo y reconocerse, es decir, un viaje hacia la muerte más bella, una muerte en la que se equilibren todos los sentimientos y uno sea capaz de sonreír.

El encuentro entre Kate y Gerald, llevada por la maravillosa interpretación de Schneider y Von Sydow , es tan frágil que se podría romper con un leve silbido. El amor que se proyectan entre ambos, de alguna manera mostrado de forma metafórica por Gerald, al hablarle sobre música con tanta pasión como la que siente por Kate, aunque ésta sea incapaz de expresarla, terminando con el dramático final, totalmente en off para el espectador -de hecho, el que Roddy sea ciego es lo que nos cierra las puertas a la tan esperada visión de su muerte- convierten el clímax del film en lo más bello del mismo, sólo con silencios y miradas Tavernier consigue expresar todos los sentimientos de los presentes. De alguna manera, la trama principal, desaparece con los ojos de Roddy, todo lo visto anteriormente era la mirada de Roddy sobre la vida de Kate, su rendición ante la realidad del horror que está filmando (algo de lo solamente parece darse cuenta la ex-mujer de Roddy, Tracy / Théresè Liotard), significa el fin tanto para nosotros como para el espectador de la ficción, así como el final del ambicioso productor Ferriman.

De alguna manera, el personaje de Ferriman, estaría emparentado en el tiempo con dos de los mejores antihéroes retratados por Tavernier: el policía Cordier de Corrupción (1280 almas) y el Capitán Conán de, obviamente, Capitan Conán (Le capitaine Conan, 1996). Los tres personajes están construidos como la persona que entrega a la sociedad lo que ellos necesitan, pero que no quieren en ningún caso ni ver ni aceptar. La ética que envuelve a estos personajes, tan contradictoria como lúcida, les lleva a cometer los más viles actos. Fijaros, en La muerte en directo, Ferriman filma la degeneración de una mujer provocada por él mismo y sus doctores, sin que ella sepa que lo que le hace enfermar son las píldoras que ellos le han dado con el pretexto de evitar el dolor de la (inexistente) enfermedad; en Corrupción (1280 almas), Cordier, con su aspecto bobalicón y simplón, se convierte en uno de los personajes más sanguinarios de Tavernier , al matar tanto a culpables (el par de mafiosos que mandan en la ciudad, el marido que pega a su mujer) como inocentes (el indígena que le ayuda a enterrar uno de los cadáveres); por último, Conan, se presenta como el soldado perfecto, tan cruel y despiadado con el enemigo, como a la hora de defender a sus hombres, incluso de excesos como el robo y el asesinato. Estos tres personajes, basculan una ética únicamente comprendida por ellos, pero cuya fuerza les obliga siempre a seguir en pie, pues por lo general, su astucia siempre ha ido por delante de su suerte.


Este peregrinaje le sirvió a Keitel para cimentar su conciencia como intérprete, siempre a punto para rodar con cualquier director novel y en cualquier tipo de film, ya fuera en las brillantes Los duelistas (The Duellist, 1977. Ridley Scott) o Blue Collar (Ídem, 1978. Paul Schrader), o en las irregulares La noche de Varennes (La nuit de Varennes,1982. Ettore Scola) , e incluso, El caballero del dragón (1986. Fernando Colomo). Es curioso pensar que Tavernier había pensado en principio para sus personajes principales en los intérpretes Robert DeNiro y Jane Fonda, por aquella época, mucho más a la alza que Keitel y Schneider.

La actriz llevaba tiempo intentando alejarse de sus papeles más bondadosos y dulces, buscando personajes mucho más turbios como Lo importante es amar (L'important c'est d'aimer, 1974. Adrzej Zulawsky), Inocentes con manos sucias (Les innocents aux manis sales, 1974. Claude Chabrol) y la propia La muerte en directo. La actriz, como por todos es sabido, se suicidaría tres años más tardes de protagonizar el film, asolada por el suicido de su primer marido y la muerte de su hijo.

Es curioso como el personaje de Von Sydow en el film se parece tanto en el film de Tavernier al que Woody Allen rodaría años después en Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986). En ambos films el personaje de Sydow es el de un hombre extraordinariamente culto que acaba por asfixiar a la mujer con la que vive, aunque él esté terriblemente enamorado de ella. Es realmente duro este retrato de un hombre enfrentado a dos amores, uno físico y otro anímico, incapaz de entregarse por igual a ambos, siempre tendiendo al más egoísta, de una manera casi incontrolable, lo que acaba conllevando al abandono y a la soledad.
(6) Desde luego, el primer puesto en esta categoría sería ese precursor de Henry, retrato de un asesino (Henry, Portrait of a Serial Killer, 1986. John McNaughton), que es el Joseph Bouvier de El juez y el asesino, un prototipo de psycho-killer, mucho antes de que Fincher los pusiera de moda casi 15 años después [iii]





 *Medo*: Eyeborg
The idea of voyeurism as a defense from an overwhelming reality, is something that every citizen of the 21st century now understands. The endless, artless video looping of the twin towers recorded a micro-Hiroshima and Nagasaki that unfolded in world consciousness in real time, but the machine buys us time to deal with the reality of instantaneous death. La Mort en Direct. Or Death, Live.

These days we have reality television, virtual reality and the Jean Baudrillard comic book versions, The Truman Show (Peter Weir, 1998) and The Matrix (Andy & Larry Wachowski, 1999). But Bertrand Tavernier made a movie on this subject back in 1979, set in the near future, which is to say our vulgar present. In Deathwatch, Katherine Mortenhoe (Romy Schneider) is dying in a world where science has banished the angel of death. Roddy (Harvey Keitel), a television director, has a camera implanted in his eye to secretly record the process of death for an American network.

Unlike most of his contemporaries, Tavernier is very concerned with the morality of representing certain acts or images. A camera does not give you a “safe conduct”, it demands responsibility. A filmmaker, in his view, can never be vigilant enough:

Roddy is becoming a living camera. I felt a kinship to that. The fear I feel as a director is of two sorts. It sometimes seems that everything you see, you immediately unconsciously transport into terms of filmmaking. That can be very dangerous because you can witness something sad or close to you and suddenly think, my God, that would be great in a film. It’s horrible. I did that a couple of times and felt ashamed. I wrote a line for the movie about the second fear. Roddy’s wife says ‘He understood things only when he was filming them.’ Sometimes I feel I’m only real, I’m only open, only noticing things when I work and not when I live. That is a danger which I think a lot of artists feel.

– Bertrand Tavernier on Deathwatch
Secular art creates a space for people to reflect on their lives. It is a parallel universe, which serves the same function as Tomatsu’s mirror. If we are too distracted to notice beauty, too numb to feel pain, if we don’t have mindfulness of our lives, art can give us back a piece of that lost world. That is the seductive power of art. But it can also alienate us from the people we love. In ‘Round Midnight, Francis makes (presumably silent) films of Dale, trying to stay the moment, to savor the music in his head, to the exclusion of everything else.

This phenomenon is not limited to the film era. Art is a kind of savage platonism. The ideal takes no prisoners. An example from the life of Berlioz: a Shakespeare company had come to Paris for the first time, upon the stage the tragedy of Hamlet was enacted; Hugo, Dumas, and Delacroix and Berlioz are in the audience. Though none of them speak English, they are thunderstruck by the experience. Berlioz is infected by an insane passion for Harriet Smithson, the second rate actress who incarnated Ophelia. He pursues her for the better part of five years. He composes the Symphonie Fantastique for her, which is a morbid fantasia of a spurned lover who kills his beloved and is sent to the scaffold. Strangely enough, Miss Smithson at last agrees to marry him. The marriage is a disaster, for having crossed the dreamline, Berlioz finds his ideal all too human, his love sublimated in the Fantastic Symphony, and Harriet Smithson becomes a kind of mad Ophelia.


Lulu (Didier Bezace), a narcotics cop, undergoes a similar experience in L.627 (1992). The film is an unflinching portrait of the daily lives of an urban drug squad. Dysfunction is the name of the game. Swamped in mindless paperwork, we witness the casual racism of the squad. The “body-count” mentality of Dodo, the aptly named leader, leads to pointless suffering. But there is no relief, for the flics live in a sullied world of alcoholism, tenuous camaraderie, and divorce. Lulu, who once applied to film school, moonlights as a wedding videographer. We watch him trying to edit his way into the real world. Watching normal people at the wedding, we know instinctively that this is a world that Lulu can only watch, never fully participate in. But Tavernier blows no trumpets, he passes over this moment, like Wittgenstein, in silence. L.627 is filled with Brechtian moments. Lulu is consumed with his work, he films drug deals, watches them over and over at home. In an eerie moment, Tavernier SHOWS US a junkie falling in stupor, but Lulu, in contrast, points his camera away saying “That, I don’t film.” Tavernier wants to make us accessories after the fact.

“I feel as if I know things better when I film them,” Lulu tells his wife. It’s nearly the same line from Deathwatch. His wife asks why he’s never filmed her. There is a strange charge to the moment, a lovely, weird intimacy between them, that makes us feel like we’ve intruded. He also has a tortured intimate relationship with Cecile, a junkie and a HIV+ prostitute. He needs her for his redemption. She is his Ophelia, if he can get her off the drugs, he can justify his existence to himself, forget the failures. The climax of their relationship is a harrowing scene where Cecile takes off her clothes, her ribs sticking out. She tells him to look at her. Lulu pretends to admire. We are allowed to gaze for a moment, and then Lulu vents his fury and revulsion at what she is forcing him to give. Tavernier is constantly pushing and pulling the boundary of acceptable representation, forcing the audience to move fast, or risk getting lost.

But at the end, Cecile is able to escape her life, for the moment, but Lulu is trapped. Along with her address, he has lost his soul somewhere along the way. Welcome to the Tavernier universe.


Profoundly rooted in a national culture, they refuse all spirit of insularity, serving as proof of an openness of spirit, a curiosity and almost unique breadth of vision…His intentions go beyond everyday naturalism, and lead to an irrational, metaphysical intensity which bears innumerable visions. You don’t follow a plot, you dive into a universe…

– Tavernier on Michael Powell.

The experience of plunging into Tavernier’s film-universe is unsettling. You seem to know all the landmarks, are comforted by the apparent naturalism and narrative structure. Then growing more alert, even nervous, begin to notice strange displacements. You begin to barrage yourself with questions: Who’s speaking the voiceover? Aren’t voiceovers bad? Shouldn’t we know more about these characters by now? Is this a political movie? What is he trying to sell?

Tavernier loves and understands the nature of Hollywood’s expressionism more than most of us. Expressionism is a kind of romantic warping of reality, an aesthetic compression of landscape, character and emotion into the dense matter of the story. It is an arranged and violent marriage of few words between the camera and the world. Sometimes out of it a great love is born, but not often.

But there has always been a dissident tradition in the film image. It is more in the manner of a long courtship with the world. It is reverent, mindful, awake, empty. It is the art of Jean Giono, of Chris Marker, Jacques Tati, and Yasujiro Ozu.

Tavernier’s films are both at once, and it is a mark of his characteristic rigour that neither is ever sacrificed to the other. Bertrand Tavernier has never made a movie except by choice, and his restless choices seem like a cunning dance to avoid the traps of genre, formalism, complacency, and fashionable nihilism. Confluence seems to be his supreme aesthetic principle. He aims to be the river rather than the channel.

But he’s no Zen master. Tavernier is a moral filmmaker, politically engaged, an eternal scrapper, a man obsessed with lighting up dark corners of French history. He is paradoxical, both a radical and a conservative. He is the president of the Institute Lumière, which aims to preserve rapidly vanishing film culture in France. He is active in the writers’ and directors’ guilds, and numerous activist organisations. If the French film survives as a distinct cultural entity in the new Europe, it will be in no small measure due to the resistance, innovation, and continuity provided in equal parts by Bertrand Tavernier.
His narratively subversive films are deceptively user friendly. But their nature is elusive; the films are likely to explode in your face and, as Tavernier said of Powell, when they do, they bear innumerable visions.[iv]

Senses of Cinema
Depuis que mon pote Ben m’a fait découvrir les joies du cinéma d’art et d’essai (entendre : voir des vieux films parfois inconnus dans des petites salles du quartier latin avant de boire plusieurs verres dans un bar en face), je multiplie les visionnages ! Mes humbles critiques, courtes, je les publie sur mon compte Facebook. Mon dernier film n’est pas forcément celui qui m’a le plus fait jouir, qui m’a le plus fait réfléchir, qui m’a… Mais ma critique, toujours aussi humble, prend davantage de place, et la taille étant l’inconvénient principal de Facebook, je profite de mon espace personnel numérique pour la publier en toute liberté.

Je suis allé voir, un peu intrigué par le titre et l’histoire, Death Watch (La Mort en direct) de Bertrand Tavernier (1980), avec Romy Schneider, Harvey Keitel, Max Von Sidow. C’est l’histoire d’un homme qui a une caméra greffée dans le cerveau et qui filme donc tout ce qu’il regarde. C’est l’histoire d’une femme qui s’enfuit pour « mourir libre ». Voulant échapper aux médias, en l’occurrence une émission de tv, elle ne sait pas qu’elle est aidée dans sa fuite par celui-là même qui la filme. Bande annonce.

Un film complexe, pas si facilement accessible, où l’on y voit les absurdités morbides d’un real-tv qui n’existait pas encore ; une Glasgow industrieuse et débordante de misère, de chômage, de pauvreté (« ville idéale pour évoquer un monde qui se désagrège », dira le réalisateur) opposée à la flamboyante campagne écossaise, verte et pure ; le voyeurisme d’une société où la mort est, comme le dira le producteur cynique, cachée, occultée, élevée au rang de nouvelle pornographie, et qui doit être révélée au plus grand nombre, individualisme de masse ; les excès des paparazzi qui veulent savoir au risque de faire mal (prémonition de la mort du fils de Schneider en 1981, qui apparaît avec un ballon dans le film) ; l’avènement d’une société de contrôle où non seulement tout est filmé, tout est retransmissible, mais surtout où chaque regard de l’homme est potentiellement contrôlable ; une référence peut-être inconsciente au père du gonzo journaliste Hunter S. Thompson (« Mon idée initiale était d’acheter un gros carnet et d’enregistrer toute l’histoire comme elle se produisait, puis de faire publier les notes, sans les réécrire […]. De cette manière, l’œil et la tête du journaliste fonctionneraient comme une caméra. » [1]), un Keitel enfantin, immature, coupable, marionnette, hybride, effrayant (voir la scène où, souhaitant prendre le lit d’un autre, il lui explique calmement la fragilité de l’os en haut du nez comparée à la puissance du tranchant de sa main et des dégâts possibles sur la manière de respirer) et une Schneider âgée mais rayonnante, condamnée mais digne, belle et grave, perdue et déterminée, tous deux capables d’explosion d’humanité ; un Harry Dean Stanton en producteur dégueulasse de cynisme matérialiste et obscène ; la trahison et la dignité, l’amour et la violence …


Difficile de faire une meilleure critique que Tavernier himself, qui ressent, après cette reprise, de la « fierté [notamment] de constater que tout ce que disait le film restait d’actualité et tristement prémonitoire. Ce qui se voulait une fable futuriste à la Orwell était pratiquement devenue une œuvre néo réaliste. Je ne parle pas seulement du traitement des médias, de la télé réalité […], de la dictature de ces images où « tout est important mais rien ne compte », de l’invasion de la vie privée mais toutes les autres touches qui montrent les SDF parqués dans une église, chassés des centre ville, les professeurs remplacés par des ordinateurs, les livres écrits par les ordinateurs. Toute cette dramaturgie de l’inquiétude qui me valut les éloges de Paul Virilio. »


Laissons le clavier au critique cinéma Jean-Luc Douin, de Télérama : « Appel à l’émotion […], c’est un film fou qui parle directement au cœur, comme les opéras de Verdi. Ce dont on se souvient, pêle-mêle, après le choc de la projection, ce sont d’images et de sons. Un cimetière hugolien martelé par une musique littéralement cardiaque. Une cathédrale gothique transformée en asile de nuit dont un blues tendre berce la pénombre. Une femme radieuse qui porte sa mort comme une croix, illuminée par une dignité que l’on ne trouve guère que chez Dreyer. Un îlot verdoyant du fond de l’Ecosse, où règne la sérénité tandis que retentissent les chœurs d’une symphonie moyenâgeuse. C’est beau. Pourquoi ?
Le savons-nous ? Nous sommes tous des assassins. Les yeux grands ouverts sur le monde, qui n’en finit pas d’agoniser, nous voulons voir toujours et encore. Sans cesse, nous oublions d’entendre. De prendre la peine d’écouter. De nous mettre à la disposition du discours d’autrui. C’est le spectacle qui nous intéresse. Ecouter, c’est le début de l’engagement. Voir, c’est le début de l’égoïsme. Gavés que nous sommes par ce que l’on appelle les médias (ce qui devrait servir d’inter-médiaire), que faisons-nous d’autre ? Nous consommons des images qui ravissent nos yeux, et auxquelles nos oreilles sont sourdes. Qu’est-ce que le cinéma, sinon l’art qui nous offre la possibilité de regarder d’une chambre noire dans une chambre éclairée par un trou de serrure ? Un art de voyeur. Et y a-t-il pire tragédie que la Mort, qui nous rend à la fois scandaleusement impuissants, et fascinés ? Tragédie dont la Rome antique avait su tirer un odieux profit en organisant les jeux du Cirque, où tout un peuple venait hurler avec les lions.

C’était compter sans l’honnêteté de Bertrand Tavernier, qui n’a choisi de nous conter cette histoire échevelée, inspirée d’un roman de David Compton, que pour nous proposer une réflexion sur le voyeurisme. Le voyeurisme est une hydre à deux têtes. Il y a le voyeurisme du spectateur, qui voit le film sans être vu, comme le producteur et le reporter [du film] observent leur proie à travers une glace sans tain. Et celui du cinéaste, auquel nous sommes également invités à nous identifier. Ce reporter inconscient comme un gosse, auquel on a greffé des caméras dans la rétine et qui sert d’instrument au cynisme de ses patrons, nouveaux Docteurs Mabuse des pourcentages d’écoute, pour lesquels « Tout est passionnant, mais rien ne compte ». Cet homme qui sert de chien de garde au Pouvoir, de sentinelle à l’œil du Maître, et qui définit les limites du pouvoir démiurgique du créateur en expliquant que sans la lune ou sans le soleil, un vitrail ne serait « rien que du verre cassé ».
Cet homme-là, l’homme-caméra, est condamné à garder jour et nuit les yeux ouverts. Mais aura-t-il la force de regarder jusqu’au bout la Mort en face ?




On aura compris que La Mort en direct est un film sur la morale du regard. Et que B. Tavernier montre l’exemple. Lorsqu’il disserte avec talent sur le voyeurisme du cinéaste, il évite soigneusement lui-même d’être coupable. Le voilà qui hésite à entrer dans la pièce où son héroïne s’en est allée pleurer dans l’obscurité. Le voilà qui préfère prendre de mouvantes distances avec sa caméra pour l’empêcher de se planter fixement devant la moribonde. Le voilà qui décide de la laisser en paix lorsque cette dernière tourne définitivement le dos à ses poursuivants.

Et le voilà aussi qui montre comment l’homme-caméra (l’instrument du désir des autres), marionnette soumise aux caprices de ses supérieurs et dont le moindre regard est retransmis sur écran en studios, risque de se retrouver lui-même l’objet du plaisir visuel d’autrui : quand il embrasse son épouse, quand il est observé par le judas d’une cellule de prison. Bertrand Tavernier oppose magnifiquement la lumière, c’est-à-dire l’indiscrétion, l’interrogatoire, à l’obscurité, c’est-à-dire l’intimité. Mais il sait aussi que la lumière, ce peut être le clair et le beau, et que l’obscurité peut cacher des horreurs. Littéralement irradiée par un éclairage presque irréel, tant elle est baignée de sérénité, la fin du film, sage, calme, pure, chante le triomphe de la dignité et de l’héroïsme sur la bassesse et le déshonneur. A cet instant, la femme, grandiose, révèle que c’est elle qui détient la clé de la morale. L’amour, sublime, surgit plus puissant que toutes les souillures. La Mort en direct, alors, raconte comment une histoire d’amour peut s’arrêter au milieu d’une phrase mais ressusciter au-delà des siècles. Comment Orphée devient voyageur solitaire à trop vouloir mettre la mort aux trousses d’une femme qu’il se met à aimer. Comment une femme, à qui les ordinateurs n’ont pas réussi à voler le sens de la gravité, peut vaincre la mort sale en puisant dans sa joie intérieure, malgré l’angoisse. Et grâce aux décors fantastiquement quotidiens d’un Glasgow devenu l’entrepôt des valeurs déchues, grâce à la richesse des comédiens réellement habités par leurs rôles, grâce à une musique envoûtante, à de multiples détails, et à d’infimes rappels de tout ce qui obsède son auteur, ce film – qui aurait pu s’appeler L’honneur perdu de Katherine Mortenhoe et qui, un peu partout, épie la mort – nous donne, étrange paradoxe, le goût du bonheur. »

Le dernier mot pour le réalisateur : « Quand j’ai revu la copie de La Mort en direct […], j’ai éprouvé un grand bonheur, ressenti une vraie fierté.

Le bonheur de redécouvrir le vrai film que j’avais tourné et qui, au fil des années, avait été mis à mal dès sa sortie où le distributeur, panique, avait retiré toutes les versions originales en anglais, pensant que la VF serait plus commerciale. Le format Scope avec été refusé le plus souvent à la télé, les copies que j’avais fait tirer s’étaient abîmées, les couleurs s’étaient affadies. Là, j’ai retrouvé, intacts, tous les partis pris de lumière, le lyrisme des paysages, des ciels d’Ecosse magnifiquement photographiés par Pierre William Glenn qui font partie de la dramaturgie, les quatre ou cinq nuances de vert dans le même plan. Et en opposition, la masse sombre, austère, belle de Glasgow, sublime ville, avec ses bâtiments construits par Charles Mackintosh et qui à l’époque était ravagée par le chômage, la misère. Ville idéale pour évoquer un monde qui se désagrège. Et puis c’était original de faire un film de SF dans des décors victoriens.

[…] Fierté devant la musique splendide d’Antoine Duhamel, devant les décors de Tony Pratt […] : le marché aux puces créé de toutes pièces avec le premier plan au streadycam dans un film français.


Fierté devant l’interprétation tout d’abord de nombreux acteurs écossais qui n’avaient fait que peu de cinéma. Robbie Coltrane qui fait le chauffeur de Romy tournait pour la première fois, est devenu une star en Angleterre. Et bien sûr de Thérèse Liotard, de Harry Dean Stanton que j’arrachais, avant Paris Texas, à ses rôles de cow boy et de bouseux (« Si je pouvais au moins une fois dans ma vie, pendant un quart d’heure, être aussi juste et organique que Harry Dean, j’aurai l’impression d’avoir réussi ma vie d’acteur », disait Jack Nicholson). De Harvey Keitel, fils spirituel de John Garfield, qui n’a pas son pareil pour exprimer l’immaturité, le charme enfantin, la culpabilité. Je dus me battre deux ans pour l’imposer. Max Von Sidow qui enracine émotionnellement toute la fin du film et me bouleverse chaque fois qu’il parle du vent dans la prairie et des lions qui se reposent. Et bien sûr Romy, divine Romy, qui m’apprit tant de choses (notamment à ne pas couper trop vite à la fin d’un plan car elle me faisait généralement des cadeaux inouïs, et aussi comment se débarrasser d’un producteur). Romy qui me disait « C’est bien plus qu’un rôle », Romy qui aidait à porter les rails de travellings, qui invitait sans cesse l’équipe à dîner tellement elle était joyeuse sur ce tournage, Romy qui m’envoyait des poèmes de Brecht, de Heine, m’écrivait des dizaines de lettres dont la première disait : « Je serai ta Katherine, sans apitoiement ». Rien à ajouter, elle cernait le personnage. Sinon que toutes les lettres étaient signées Katherine. »[v]