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viernes, 17 de octubre de 2014

25 WATTS

25 Watts[i]




Este film trata básicamente de una práctica muy ejercida entre los jóvenes del mundo entero: el al pedismo, también conocido como rascarse, huevear, etc. Para enseñarnos en toda su dimensión este noble deporte, 25 Watts se encarga de mostrar las veinticuatro horas de un trío de varones que... bueno, tienen poco y nada que hacer.





Montevideo (Uruguay). Es sábado por la mañana, y Javi, Leche y Seba todavía no se han acostado. Siguen bebiendo cerveza y recorriendo las calles y tratando de evadir sus responsabilidades. Esta película retrata 24 horas de la vida de estos ociosos compadres que no dicen más que tonterías y deambulan en un estado de aburrimiento crónico. (FILMAFFINITY)[i]

The story is about three young boys, Leche, Javi and Seba, of Montevideo trying to survive to the Sunday. They have lots of problems involving studies, girls, and the only thing that they do is drink, sleep or find strange people like a crazy delivery boy, a retarded, a drug addict and a philosophical video renter. Written by Juan Belo [iii]

Argumento
25 Watts relata la peculiar vida de Javi, Seba y Leche durante un periodo de 24 horas en un tranquilo barrio de la ciudad deMontevideo. Narra las particularidades de la vida de estos personajes que desde una visión común, afrontan la vida llamada "cotidiana" que les depara su misma condición de jóvenes americanos, una desazón sin un norte tratando de ser jóvenes o tratando de dejar de serlo. Tienen problemas con el estudio y las mujeres, y sus vidas consisten en tomar, dormir o conocer gente extraña como un alocado repartidor de pizzas (que sufre de paranoia, producto del servicio militar), un drogadicto, y un aficionado a las películas porno.
25 Watts es una película cómica/dramática uruguaya del 2001 escrita y dirigida por Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, y protagonizada por Daniel Hendler, Jorge Temponi y Alfonso Tort. La película recibió un total de diez premios incluyendo Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y Mejor opera prima en el Festival de La Habana, y otras tres nominaciones. Fue filmada en blanco y negro en 16 mm.

Poco se sabía de la producción cinematográfica uruguaya, quizá porque apenas existe y casi nunca llega a la Argentina, a pesar de que el país oriental se encuentra cruzando un charco. Pues bien, ocurrieron dos milagros: en un breve lapso, dos películas uruguayas tuvieron distribución comercial: El viñedo y 25 Watts; y esta última resultó un ejemplo del alto nivel de calidad que puede alcanzar el cine de Uruguay, y de un estilo propio que puede llevarlo muy alto.
Este film trata básicamente de una práctica muy ejercida entre los jóvenes del mundo entero: el alpedismo, también conocido como rascarsehuevear, etc. Para enseñarnos en toda su dimensión este noble deporte, 25 Watts se encarga de mostrar las veinticuatro horas de un trío de varones que... bueno, tienen poco y nada que hacer.
El Leche (Daniel Hendler, el inefable "Walter" de las propagandas de Telefónica) se encuentra a un paso de terminar el Liceo. El último y gran escollo es Italiano. El Leche está muerto con Beatriz, su profesora particular, y esto lo termina perjudicando. No se concentra, cuando estudia relata monólogos de enamorado en italiano. La solución es entonces ver televisión usando a la abuela, literalmente, de antena. Porque el objetivo es claro, no pensar demasiado.
Javi (Jorge Temponi) terminó el Liceo, pero ir a la Facultad es para él una utopía. Se gana sus mangos manejando un autoparlante, trabajo que aborrece y tiene ganas de mandar ya sabemos adónde. El jefe, amigo de su padre, no para de martirizarlo con lecciones de responsabilidad y cumplimiento del deber. Para colmo, su novia María quiere terminar la relación.

En cuanto a Seba (Alfonso Tort), el más chico de los tres, es callado e ingenuo. Parece estar siempre fuera de contexto. Sin embargo, siempre por casualidad, se ve rodeado de sujetos no muy pacíficos, metiéndose en situaciones insólitas que lo asoman a un mundo desconocido.

Rodeando a los tres protagonistas, una larga lista de personajes secundarios enriquece el relato: Kiwi (que no para de decir y contar estupideces), Pitufo (quien no para de repetir que el único uruguayo que figura en los Récords Guinness fue uno que aplaudió cinco horas seguidas aunque no sabe por qué), Sandía (cuya existencia gira alrededor del fútbol), Gerardito (un simpático tontín que despierta un sentimiento de protección en todo el grupo de amigos) y la Abuela de Leche (una versión femenina y uruguaya de De la Rua), entre muchos otros.

A lo largo de estas lentas y tranquilas veinticuatro horas, el espectador tendrá ocasión de asistir a una inmensa cantidad de situaciones disparatadas y a la vez ambiguas, plenas de significado. Así, la preocupación que tiene Leche por pisar caca es un reflejo de sus inseguridades con respecto al futuro examen y su relación con la profesora; la escena en que Javi alimenta con comida para perro al hámster que le regaló su novia muestra el enojo que él tiene con su pareja y la obsesión de Seba con las películas pornográficas es un síntoma de su ansiedad por descubrir nuevos aspectos de la vida.

Más allá de la tristeza y melancolía que genera, este film uruguayo despierta una gran atracción por la identificación que generan los protagonistas. Ellos son vagos e irresponsables, y su dificultad para relacionarse con otras personas es evidente, pero son seres graciosos y queribles y el que mire la película se encontrará deseando que superen sus problemas y frustraciones.

El film de los directores y guionistas Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll presenta un tono urbano que no le quita el aire sereno, casi pueblerino, a esa ciudad antigua y de techos bajos que es Montevideo. Sólo en algunos lugares de Buenos Aires se pueden encontrar barrios de casitas de un solo piso, habitadas por gente que abre la puerta sin preguntar "¿Quién es?", con calles por las que apenas si transitan automóviles.

Filmado en un correcto blanco y negro, a un costo ínfimo, 25 Watts se muestra sin embargo como un film trabajado al máximo. Los realizadores apelan hábilmente a cortos flashbacks para explicar algo que esté diciendo un personaje con respecto a un hecho sucedido en el pasado, manejan con mucha soltura la cámara y logran un montaje ágil.


Influida por Jim Jarmusch, Raúl Perrone y dos notables exponentes de la Nouvelle Vague francesa como Francois Truffaut y Eric Rohmer, y ganadora en el Festival de Cine de Rotterdam, esta película se sitúa en la cresta de la Nueva Ola Uruguaya. Cruzando el Río de la Plata está habiendo muy buen cine señores.

Si Whisky (2004) significó para sus autores un reconocimiento crítico masivo y una importante cosecha de premios en festivales de todo el mundo, 25 Watts, el debut en el largometraje de Stoll y Rebella fue en su momento la muestra tangible de que un "cine uruguayo" también era posible.

Es que antes de 25 Watts hablar de cine uruguayo era un insulto a la razón, era nombrar una entelequia. En Uruguay se filmaban hasta entonces un promedio de dos largometrajes al año, en su mayoría pretenciosos, aburridos o sencillamente mediocres, quizá con alguna aislada excepción aceptable. Luego de una seguidilla de experiencias traumáticas, los jóvenes uruguayos le rehuíamos a los estrenos locales como a la peste, y dar de pronto con esta película fue entonces un estímulo y una revelación enormemente gratificante.

Quedaba demostrado que la escasez de recursos no era necesariamente un impedimento para lograr una excelente película, y además, resultaba admirable que el estado de ánimo que en ese entonces vivíamos muchos jóvenes, nuestra realidad, se plasmara por primera vez en el cine. Adolescentes tardíos hablando nuestra misma jerga y viviendo una monotonía narcotizante, generacionalmente despreciados y semiconscientes de no cumplir con los cada vez más difusos parámetros de éxito que la sociedad exige. La ausencia de horizontes personales y de utopías reflejadas con indiscutible talento y sin ningún tipo de pretensiones en los fotogramas.

Pero a pesar de retratar el tema del tedio y la rutina, 25 Watts no es en absoluto una película lenta o de difícil digestión. La simpatía de los personajes, las situaciones que rayan continuamente en el patetismo de lo cotidiano y los cortos flashbacks que dan cuenta de anécdotas anteriores agilizan y dan vida al relato. Sin duda también juegan fuerte los insólitos personajes secundarios: desde un dueño de un videoclub fanático del porno hasta un repartidor de pizza que siente voces en su cabeza, pasando por un exconvicto desquiciado o un "hippillo" ultramístico, toda una galería de fenómenos componen la multiforme fauna barrial.
Quizá uno de los mayores logros de la película sea el de transmitir al espectador la sensación de estar "entre" los actores, como un personaje más. Se denota un importante énfasis en la dirección de actores, de la cual se encarga en particular Juan Pablo Rebella (1), y el guión escrito por ambos directores parece calcar frases de la vida real. Sólo en la más irrelevante charla cotidiana se pueden escuchar sentencias pedorras como "las porno es la vida, la vida hecha realidá", o "perro en psicología quiere decir que sos medio puto" o "no puedo, estoy con el tema este del zapping". No aparentan ser las frases corrientes con las que suelen escribirse los guiones.

Si bien en Barrio (2) (Fernando León de Aranoa, 1998) se presentaban tres adolescentes apáticos y desencantados que deambulaban en busca de cualquier cosa que los ayudara a romper con el aburrimiento y la rutina, el cuadro de 25 Watts es, en algunos aspectos, más desasosegante aún. En primer lugar, los tres protagonistas ya han alcanzado la veintena, edad en la que los jóvenes de clase media suelen tomar o ya han tomado decisiones vocacionales, se vuelcan en emprendimientos laborales más o menos prometedores, o planifican su independencia. Aquí ni en miras. Por otra parte, si bien los púberes de Barrio daban muestras de vitalidad y salían al cruce en busca de esparcimiento, en 25 Watts el desgano ha ganado más terreno en estos jóvenes, anclándolos en una semi-inmovilidad febril y desalentadora.

La falta de iniciativas en los dos protagonistas mayores, Javi y Leche (Jorge Temponi y Daniel Hendler), se traduce en esta economía de movimientos que han asimilado y aplican minuciosamente. Javi prefiere no cambiar los canales de su televisión a estirarse y buscar el control remoto de debajo de su cama, en la cual está acostado. Leche atropella a Javi al dirigirse a la puerta, para no tener que dar la vuelta al sofá, ya que "es más corto de ese lado, cuatro pasos menos".

También hay ahorro de palabras: en lugar de "voy al baño" es sólo un "baño" y en vez de "hacéme de antena" un simple "antena, paja". No parece haber tampoco ganas de pensar. Las ideas que de ellos surgen tienen la intensidad que señala el título. Leche va a dar por sexta vez el examen de italiano (3), una materia que viene arrastrando desde hace años, y vistas las energías que en ella vuelca, es de suponer que la va a volver a perder. No se trata de que los personajes sean unos absolutos incapaces, sino que probablemente no encuentren ningún incentivo para no serlo.

Tampoco parece haber ejemplos a seguir en 25 Watts. Los padres de los protagonistas no figuran o están de vacaciones. El único personaje de importancia que se puede acercar a la edad de sus padres es el veterano Héctor, quien habla de progreso cuando está a cargo de un pobre autoparlante barrial. Vale aclarar que Uruguay es un país de población envejecida, donde existen altos índices de deserción juvenil (el hermano de Seba, el "marmota" se fue a vivir a Estados Unidos, sólo un caso entre otros miles). Los estudios hace tiempo que no aseguran una salida laboral y no son pocos los universitarios desocupados o los que deben trabajar en algo que no tiene nada que ver con su vocación.

Pero lo importante es que más allá de los datos locales, el cuadro de 25 Watts trasciende sus fronteras inmediatas. No es novedad que hoy se han globalizado algunos de los problemas que décadas atrás parecían ser patrimonio exclusivo del tercer mundo, como la inseguridad laboral o el estancamiento económico. El aire de desencanto que emana de los personajes en esta película bien se puede emparentar con el de la mexicana Temporada de patos (Fernando Eimbcke, 2004), la taiwanesa Viva el amor (Aiqing Wansui, Tsai Ming-liang, 1994), la francesa El odio (La haine, Mathieu Kassovitz, 1995), la española Barrio. La insatisfacción no conoce fronteras nacionales, todos podríamos ser Javi, Seba o el Leche.

La repetición y la circularidad ya parecen ser rasgos autorales de Stoll y Rebella y tienen un papel central en 25 Watts (4): Javi y la novia comparan su relación con "estar en la rueda gigante" o con "la calesita", el hámster no para de girar en la rueda de su jaula, el disco rayado y el autoparlante repiten una y otra vez lo mismo, la cámara da paneos circulares en un cuarto y en el barrio semidesierto. La película se abre y se cierra con el Leche pisando mierda, algo que interpreta como una indefectible señal de mala suerte y le saca de quicio. Cuando la vida ya es de por sí insatisfactoria una mala racha puede llegar a ser funesta.

El final abierto deja a disposición del espectador la resolución del cuadro. Si la circularidad se transforma en declive atrofiante o si los protagonistas logran de alguna manera romper con ese embotamiento depende de la visión de cada uno. Lo que es seguro es que 25 Watts deja ese sabor agridulce que logran transmitir sólo algunas grandes películas, la sensación de haber disfrutado de la historia, pero además, de quedar con un hueco en el estómago.

Se viene hablando de una "nueva ola" en el cine latinoamericano que engloba al cine argentino, uruguayo y chileno actual, y que ha dado muestras de innegable calidad. Aún suena arriesgado hablar de un "cine uruguayo", pero25 Watts, Whisky y la brillante La perrera (Manolo Nieto, 2006) ya conforman un corpus sólido que viene dando, con justicia, bastante de qué hablar. La comparación con el cine argentino es absolutamente disparatada, y más si se tiene en cuenta que hoy Argentina está forjando una de las mejores cinematografías del mundo. Vientos de renovación que reclaman cada vez más una mirada atenta.

1 Mientras Pablo Stoll se ocupa más de los detalles técnicos, Rebella se orienta a la dirección de actores. Los guiones son elaborados por los dos en conjunto, y en el caso de Whisky, en colaboración con Gonzalo Delgado.

2 Pese a que Barrio y 25 Watts tienen varios puntos en común, Stoll asegura que él y Rebella no habían visto Barrio en el momento de filmar 25 Watts. Además el guión ya estaba escrito en 1996 y en Uruguay nunca se estrenó Barrio en el circuito comercial. Para 25 Watts el referente inevitable es el cine independiente norteamericano, y en particular los primeros Jarmusch, Linklater y Kevin Smith.

3 Sin dudas Leche está por terminar sexto de Derecho de la secundaria, una opción que en Uruguay algunos jóvenes toman sólo porque no tienen una orientación vocacional definida y por ser la única que no exige el esfuerzo intelectual de las matemáticas.

4 La escena en el ascensor en la que el Leche imagina de antemano como va a ser su diálogo con el vecino es un buen ejemplo de cómo expresar el hastío de la monotonía sin necesidad de repetir una misma escena una y otra vez como en Whisky.

CITAS:




[i] http://es.wikipedia.org/wiki/25_Watts
[ii] http://www.filmaffinity.com/es/film987666.html
[iii] http://www.imdb.com/title/tt0280381/

martes, 14 de octubre de 2014

VALPARAISO MI AMOR








Valparaíso, mi amor es una película chilena de 1969, dirigida por Aldo Francia y filmada en la ciudad de Valparaíso.1
Ficha técnica
Dirección
Producción
Cine Nuevo Viña del Mar
Productor
José Troncoso
Guión
Jose Román, Aldo Francia
Dirección de fotografía
Diego Bonacina
Montaje
Carlos Piaggio
Música
Gustavo Becerra
Actuación
Hugo Cárcamo, Sara Astica, Rigoberto Rojo, Liliana Cabrera, Pedro Álvarez, Arnaldo Berríos, Jesús Ortega, Claudia Paz, Raquel Toledo, Oscar Stuardo
Estreno original
20/04/1970
Sinopsis
Esta película narra la historia de cuatro hermanos que quedan huérfanos, luego de que su papá, intentado buscar comida para la familia, fuera detenido y encarcelado por robar. Cuando los niños quedan solos se enfrentan bruscamente a una nueva realidad: la calle. Es así que se ven obligados a buscar su propio sentido de sobrevivencia. A lo largo de la película podemos ver como los personajes van evolucionando: uno de los niños muere, la niña termina siendo prostituta y los otros dos delincuentes.

Historias inspiradas en hechos reales que ocurrieron en el puerto de Valparaíso. Cuatro niños de escasos recursos han quedado abandonados porque el padre, cesante, roba ganado para alimentarlos y la policía lo ha detenido. Enfrentados en forma brutal a la vida, desde su problemática situación social, se encaminan a una marginalidad difícil de eludir. Inspirada en la obra de Alain Resnais (Hiroshima Mon Amour, 1959) y en el neorrealismo italiano, muestra una historia rescatada de la crónica roja, la cual Aldro Francia y José Román llevarón al guión cinematográfico. Recorrió con éxito la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, la Semana Internacional del Cine de Barcelona y el Forum de Berlín en el año 1970
Una ciudad que pasó a ser icono gracias a las imágenes realistas y crudas de sus calles, loca geografía y sus vecinos es lo que recoge la película “Valparaíso, mi amor” del director Aldo Francia en una realización de 1969 que se exhibirá este miércoles a las 19 horas en la Sala Mafalda Mora de la Casa del Arte Diego Rivera, en el marco del Ciclo de Cine Chileno.
Con el apoyo de la Corporación Cultural de Puerto Montt y gracias al Consejo Nacional de la Cultura y Las Artes Los Lagos y la Cineteca Nacional, la película tiene como protagonista a Hugo Cárcamo (Mario), Sara Astica (María), Liliana Cabrera (Antonia), Marcelo (Marcelo), Rigoberto Rojo (Ricardo) y a Pedro Manuel Alvarez (Chirigua).
El largometraje participó con gran éxito en la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes, de la Semana Internacional 

El caso de unos niños que han quedado solos debido a la detención de su padre por abigeato, lo obliga a enfrentar de forma brutal la existencia diaria. Este caso puntual permite desarrollar la trama, que pone en contraposición la ciudad y el niño, como entelequia genérica, enfrentándolos a la dura vida cotidiana, con lo que logran madurar antes de tiempo, pero dejando en evidencia la pérdida irreparable de la infancia.(3)

Una de las canciones utilizadas como parte de la banda sonora fue el tema, La joya del Pacífico, interpretada por Jorge Farías.[ii]


[i] http://cinetecadigital.ccplm.cl/Pelicula?ID=b1ab42d5-f043-64b8-a99e-ff0000f0762f
[ii] http://es.wikipedia.org/wiki/Valpara%C3%ADso,_mi_amor
(3) Corporación Cultural de Puerto Montt