Este
film trata básicamente de una práctica muy ejercida entre los jóvenes del mundo
entero: el al pedismo, también conocido como rascarse, huevear,
etc. Para enseñarnos en toda su dimensión este noble deporte, 25 Watts se
encarga de mostrar las veinticuatro horas de un trío de varones que... bueno, tienen
poco y nada que hacer.
Montevideo (Uruguay). Es sábado por la mañana, y Javi, Leche y Seba todavía no se han acostado. Siguen bebiendo cerveza y recorriendo las calles y tratando de evadir sus responsabilidades. Esta película retrata 24 horas de la vida de estos ociosos compadres que no dicen más que tonterías y deambulan en un estado de aburrimiento crónico. (FILMAFFINITY)[i]
The story is about three young boys, Leche, Javi and Seba, ofMontevideo
trying to survive to the Sunday. They have lots of problems involving studies,
girls, and the only thing that they do is drink, sleep or find strange people
like a crazy delivery boy, a retarded, a drug addict and a philosophical video
renter. Written
by Juan Belo [iii]
The story is about three young boys, Leche, Javi and Seba, of
Argumento
25 Watts relata la peculiar vida
de Javi, Seba y Leche durante un periodo de 24 horas en un tranquilo barrio de
la ciudad deMontevideo. Narra las particularidades de la vida de estos personajes que desde
una visión común, afrontan la vida llamada "cotidiana" que les depara
su misma condición de jóvenes americanos, una desazón sin un norte tratando de
ser jóvenes o tratando de dejar de serlo. Tienen problemas con el estudio y las
mujeres, y sus vidas consisten en tomar, dormir o conocer gente extraña como un
alocado repartidor de pizzas (que sufre de paranoia, producto del servicio
militar), un drogadicto, y un aficionado a las películas porno.
25 Watts es una película cómica/dramática uruguaya del 2001 escrita y dirigida por Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, y protagonizada por Daniel Hendler, Jorge Temponi y Alfonso Tort. La película recibió un total de diez premios incluyendo Mejor película en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam y Mejor opera prima en el Festival de La Habana, y otras tres nominaciones. Fue filmada en blanco y negro en 16 mm.
Poco
se sabía de la producción cinematográfica uruguaya, quizá porque apenas existe
y casi nunca llega a la Argentina, a pesar de que el país oriental se encuentra
cruzando un charco. Pues bien, ocurrieron dos milagros: en un breve lapso, dos
películas uruguayas tuvieron distribución comercial: El viñedo y 25
Watts; y esta última resultó un ejemplo del alto nivel de calidad que puede
alcanzar el cine de Uruguay, y de un estilo propio que puede llevarlo muy alto.
Este
film trata básicamente de una práctica muy ejercida entre los jóvenes del mundo
entero: el alpedismo, también conocido como rascarse, huevear,
etc. Para enseñarnos en toda su dimensión este noble deporte, 25 Watts se
encarga de mostrar las veinticuatro horas de un trío de varones que... bueno, tienen
poco y nada que hacer.
El
Leche (Daniel Hendler, el inefable "Walter" de las propagandas de
Telefónica) se encuentra a un paso de terminar el Liceo. El último y gran
escollo es Italiano. El Leche está muerto con Beatriz, su profesora particular,
y esto lo termina perjudicando. No se concentra, cuando estudia relata
monólogos de enamorado en italiano. La solución es entonces ver televisión
usando a la abuela, literalmente, de antena. Porque el objetivo es claro, no
pensar demasiado.
Javi (Jorge Temponi) terminó el
Liceo, pero ir a la Facultad es para él una utopía. Se gana sus mangos
manejando un autoparlante, trabajo que aborrece y tiene ganas de mandar ya
sabemos adónde. El jefe, amigo de su padre, no para de martirizarlo con
lecciones de responsabilidad y cumplimiento del deber. Para colmo, su novia
María quiere terminar la relación.
En cuanto a Seba (Alfonso Tort),
el más chico de los tres, es callado e ingenuo. Parece estar siempre fuera de
contexto. Sin embargo, siempre por casualidad, se ve rodeado de sujetos no muy
pacíficos, metiéndose en situaciones insólitas que lo asoman a un mundo
desconocido.
Rodeando a los tres
protagonistas, una larga lista de personajes secundarios enriquece el relato:
Kiwi (que no para de decir y contar estupideces), Pitufo (quien no para de
repetir que el único uruguayo que figura en los Récords Guinness fue uno que
aplaudió cinco horas seguidas aunque no sabe por qué), Sandía (cuya existencia
gira alrededor del fútbol), Gerardito (un simpático tontín que despierta un sentimiento
de protección en todo el grupo de amigos) y la Abuela de Leche (una versión
femenina y uruguaya de De la Rua), entre muchos otros.
A lo largo de estas lentas y
tranquilas veinticuatro horas, el espectador tendrá ocasión de asistir a una
inmensa cantidad de situaciones disparatadas y a la vez ambiguas, plenas de
significado. Así, la preocupación que tiene Leche por pisar caca es un reflejo
de sus inseguridades con respecto al futuro examen y su relación con la
profesora; la escena en que Javi alimenta con comida para perro al hámster que
le regaló su novia muestra el enojo que él tiene con su pareja y la obsesión de
Seba con las películas pornográficas es un síntoma de su ansiedad por descubrir
nuevos aspectos de la vida.
Más allá de la tristeza y melancolía
que genera, este film uruguayo despierta una gran atracción por la
identificación que generan los protagonistas. Ellos son vagos e irresponsables,
y su dificultad para relacionarse con otras personas es evidente, pero son
seres graciosos y queribles y el que mire la película se encontrará deseando
que superen sus problemas y frustraciones.
El film de los directores y
guionistas Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll presenta un tono urbano que no le
quita el aire sereno, casi pueblerino, a esa ciudad antigua y de techos bajos
que es Montevideo. Sólo en algunos lugares de Buenos Aires se pueden encontrar
barrios de casitas de un solo piso, habitadas por gente que abre la puerta sin
preguntar "¿Quién es?", con calles por las que apenas si transitan
automóviles.
Filmado en un correcto blanco y
negro, a un costo ínfimo, 25 Watts se muestra sin embargo como
un film trabajado al máximo. Los realizadores apelan hábilmente a cortos
flashbacks para explicar algo que esté diciendo un personaje con respecto a un
hecho sucedido en el pasado, manejan con mucha soltura la cámara y logran un
montaje ágil.
Influida por Jim Jarmusch, Raúl Perrone y dos notables exponentes de la
Nouvelle Vague francesa como Francois Truffaut y Eric Rohmer, y ganadora en el
Festival de Cine de Rotterdam, esta película se sitúa en la cresta de la Nueva
Ola Uruguaya. Cruzando el Río de la Plata está habiendo
muy buen cine señores.
Si Whisky (2004) significó
para sus autores un reconocimiento crítico masivo y una importante cosecha de
premios en festivales de todo el mundo, 25 Watts, el debut en el
largometraje de Stoll y Rebella fue en su momento la muestra tangible de que un
"cine uruguayo" también era posible.
Es que antes de 25
Watts hablar
de cine uruguayo era un insulto a la razón, era nombrar una entelequia. En
Uruguay se filmaban hasta entonces un promedio de dos largometrajes al año, en
su mayoría pretenciosos, aburridos o sencillamente mediocres, quizá con alguna
aislada excepción aceptable. Luego de una seguidilla de experiencias
traumáticas, los jóvenes uruguayos le rehuíamos a los estrenos locales como a
la peste, y dar de pronto con esta película fue entonces un estímulo y una revelación
enormemente gratificante.
Quedaba demostrado
que la escasez de recursos no era necesariamente un impedimento para lograr una
excelente película, y además, resultaba admirable que el estado de ánimo que en
ese entonces vivíamos muchos jóvenes, nuestra realidad, se plasmara por primera
vez en el cine. Adolescentes tardíos hablando nuestra misma jerga y viviendo
una monotonía narcotizante, generacionalmente despreciados y semiconscientes de
no cumplir con los cada vez más difusos parámetros de éxito que la sociedad
exige. La ausencia de horizontes personales y de utopías reflejadas con
indiscutible talento y sin ningún tipo de pretensiones en los fotogramas.
Pero a pesar de
retratar el tema del tedio y la rutina, 25 Watts no
es en absoluto una película lenta o de difícil digestión. La simpatía de los
personajes, las situaciones que rayan continuamente en el patetismo de lo
cotidiano y los cortos flashbacks que
dan cuenta de anécdotas anteriores agilizan y dan vida al relato. Sin duda
también juegan fuerte los insólitos personajes secundarios: desde un dueño de
un videoclub fanático del porno hasta un repartidor de pizza que siente voces
en su cabeza, pasando por un exconvicto desquiciado o un "hippillo"
ultramístico, toda una galería de fenómenos componen la multiforme fauna
barrial.
Quizá uno de los
mayores logros de la película sea el de transmitir al espectador la sensación
de estar "entre" los actores, como un personaje más. Se denota un
importante énfasis en la dirección de actores, de la cual se encarga en
particular Juan Pablo Rebella (1), y el guión escrito por ambos directores
parece calcar frases de la vida real. Sólo en la más irrelevante charla
cotidiana se pueden escuchar sentencias pedorras como "las porno es la
vida, la vida hecha realidá", o "perro en psicología quiere decir que
sos medio puto" o "no puedo, estoy con el tema este del
zapping". No aparentan ser las frases corrientes con las que suelen
escribirse los guiones.
Si bien en Barrio (2) (Fernando León de Aranoa, 1998)
se presentaban tres adolescentes apáticos y desencantados que deambulaban en
busca de cualquier cosa que los ayudara a romper con el aburrimiento y la
rutina, el cuadro de 25 Watts es, en algunos aspectos, más
desasosegante aún. En primer lugar, los tres protagonistas ya han alcanzado la
veintena, edad en la que los jóvenes de clase media suelen tomar o ya han
tomado decisiones vocacionales, se vuelcan en emprendimientos laborales más o
menos prometedores, o planifican su independencia. Aquí ni en miras. Por otra
parte, si bien los púberes de Barrio daban
muestras de vitalidad y salían al cruce en busca de esparcimiento, en 25
Watts el
desgano ha ganado más terreno en estos jóvenes, anclándolos en una
semi-inmovilidad febril y desalentadora.
La falta de
iniciativas en los dos protagonistas mayores, Javi y Leche (Jorge Temponi y
Daniel Hendler), se traduce en esta economía de movimientos que han asimilado y
aplican minuciosamente. Javi prefiere no cambiar los canales de su televisión a
estirarse y buscar el control remoto de debajo de su cama, en la cual está
acostado. Leche atropella a Javi al dirigirse a la puerta, para no tener que
dar la vuelta al sofá, ya que "es más corto de ese lado, cuatro pasos
menos".
También hay ahorro
de palabras: en lugar de "voy al baño" es sólo un "baño" y
en vez de "hacéme de antena" un simple "antena, paja". No
parece haber tampoco ganas de pensar. Las ideas que de ellos surgen tienen la
intensidad que señala el título. Leche va a dar por sexta vez el examen de
italiano (3), una materia que viene arrastrando desde
hace años, y vistas las energías que en ella vuelca, es de suponer que la va a
volver a perder. No se trata de que los personajes sean unos absolutos
incapaces, sino que probablemente no encuentren ningún incentivo para no serlo.
Tampoco parece
haber ejemplos a seguir en 25 Watts. Los
padres de los protagonistas no figuran o están de vacaciones. El único
personaje de importancia que se puede acercar a la edad de sus padres es el
veterano Héctor, quien habla de progreso cuando está a cargo de un pobre
autoparlante barrial. Vale aclarar que Uruguay es un país de población
envejecida, donde existen altos índices de deserción juvenil (el hermano de
Seba, el "marmota" se fue a vivir a Estados Unidos, sólo un caso
entre otros miles). Los estudios hace tiempo que no aseguran una salida laboral
y no son pocos los universitarios desocupados o los que deben trabajar en algo
que no tiene nada que ver con su vocación.
Pero lo importante
es que más allá de los datos locales, el cuadro de 25
Watts trasciende
sus fronteras inmediatas. No es novedad que hoy se han globalizado algunos de
los problemas que décadas atrás parecían ser patrimonio exclusivo del tercer
mundo, como la inseguridad laboral o el estancamiento económico. El aire de
desencanto que emana de los personajes en esta película bien se puede
emparentar con el de la mexicana Temporada de patos (Fernando
Eimbcke, 2004), la taiwanesa Viva el amor (Aiqing
Wansui, Tsai Ming-liang, 1994), la francesa El
odio (La
haine, Mathieu Kassovitz, 1995), la española Barrio. La
insatisfacción no conoce fronteras nacionales, todos podríamos ser Javi, Seba o
el Leche.
La
repetición y la circularidad ya parecen ser rasgos autorales de Stoll y
Rebella y tienen un papel central en 25 Watts (4): Javi y la novia comparan su relación con
"estar en la rueda gigante" o con "la calesita", el hámster
no para de girar en la rueda de su jaula, el disco rayado y el autoparlante
repiten una y otra vez lo mismo, la cámara da paneos circulares en un cuarto y
en el barrio semidesierto. La película se abre y se cierra con el Leche pisando
mierda, algo que interpreta como una indefectible señal de mala suerte y le
saca de quicio. Cuando la vida ya es de por sí insatisfactoria una mala racha
puede llegar a ser funesta.
El final abierto
deja a disposición del espectador la resolución del cuadro. Si la circularidad
se transforma en declive atrofiante o si los protagonistas logran de alguna
manera romper con ese embotamiento depende de la visión de cada uno. Lo que es
seguro es que 25
Watts deja
ese sabor agridulce que logran transmitir sólo algunas grandes películas, la
sensación de haber disfrutado de la historia, pero además, de quedar con un
hueco en el estómago.
Se viene hablando
de una "nueva ola" en el cine latinoamericano que engloba al cine
argentino, uruguayo y chileno actual, y que ha dado muestras de innegable
calidad. Aún suena arriesgado hablar de un "cine uruguayo", pero25
Watts, Whisky y
la brillante La
perrera (Manolo
Nieto, 2006) ya conforman un corpus sólido que viene dando, con justicia,
bastante de qué hablar. La comparación con el cine argentino es absolutamente
disparatada, y más si se tiene en cuenta que hoy Argentina está forjando una de
las mejores cinematografías del mundo. Vientos de renovación que reclaman cada
vez más una mirada atenta.
1 Mientras Pablo
Stoll se ocupa más de los detalles técnicos, Rebella se orienta a la dirección
de actores. Los guiones son elaborados por los dos en conjunto, y en el caso de Whisky, en colaboración con Gonzalo
Delgado.
2 Pese a que Barrio y 25
Watts tienen
varios puntos en común, Stoll asegura que él y Rebella no habían visto Barrio en
el momento de filmar 25 Watts. Además el guión ya estaba
escrito en 1996 y en Uruguay nunca se estrenó Barrio en el circuito comercial. Para 25
Watts el
referente inevitable es el cine independiente norteamericano, y en particular
los primeros Jarmusch, Linklater y Kevin Smith.
3 Sin dudas Leche
está por terminar sexto de Derecho de la secundaria, una opción que en Uruguay
algunos jóvenes toman sólo porque no tienen una orientación vocacional definida
y por ser la única que no exige el esfuerzo intelectual de las matemáticas.
4 La escena en el
ascensor en la que el Leche imagina de antemano como va a ser su diálogo con el
vecino es un buen ejemplo de cómo expresar el hastío de la monotonía sin
necesidad de repetir una misma escena una y otra vez como en Whisky.
CITAS:
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