TIEMPO DE MORIR
FICHA TÉCNICA
Dirección: Jorge Ali Triana
Reparto: Enrique Almirante, Gustavo Angarita, Jorge emili salazar, Lina Botero, María Eugenia Dávila y Sebastián Ospina
Año:1985
Duración:98 minutos
Género: Drama
Color o en B/N: Color
Guión: Gabriel García Márquez
Fotografía: Mario García Joya
Música: Leo Brouwer y Nafer Durán
El universo de
Gabriel García Márquez en una plasmación que no va más allá de lo convencional.
La oposición entre el carácter mágico y el naturalista queda reducido a una
serie de apuntes un tanto burdos. De sus abigarrados resultados apenas se
desprende una confusa historia de amor y venganza narrada con escasa
convicción.[i]
SINOPSIS
Juan Sáyago sale de la cárcel luego de pagar una condena de dieciocho
años por haber matado en duelo a Raúl Moscote. Quiere recuperar el tiempo
perdido y volver a vivir. Busca a su novia que se cansó de esperarlo y debe
enfrentar el acoso implacable de los hijos de Moscote¸ criados en la obsesión
de venganza. Es otra vez el tiempo de morir. o de matar. De este guión escrito
por Gabriel García Márquez en 1964 el mexicano.
Arturo Ripstein
realizó una primera versión cinematográfica en 1965¸
Premios Nacionales
Mejor
largometraje Ex-aequo¸ Medalla al Mérito de las Comunicaciones Manuel Murillo
Toro - Premio Focine¸ Ministerio de Comunicaciones¸
(Colombia) 1986¸ Círculo Precolombino Premio Especial en el 3er Festival de Cine de Bogotá:Nacional¸ Tropical y del Caribe (Bogotá - Colombia) 1986¸
(Colombia) 1986¸ Círculo Precolombino Premio Especial en el 3er Festival de Cine de Bogotá:Nacional¸ Tropical y del Caribe (Bogotá - Colombia) 1986¸
Participación en Festivales
Tucán de Oro a
Mejor Película¸ Tucán de Oro Mejor Actor a Gustavo Angarita¸ Premio Fipresci y
Premio CIFEJ de las Juventudes de Unesco¸ Festival de Rio de Janeiro ( Brasil)
1985¸ Coral a Mejor Edición a Nelson Rodríguez y Premio Coral Mejor Fotografía
a Mario García Joya en el 7° Festival del Nuevo Cine Latinoamericano (La Habana
- Cuba) 1985¸ Tercer Premio Coral Carteles de Cine en el 8° Festival
Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (La Habana - Cuba) 1986¸ Makhila
de plata en el 8° Festival de Biarritz du Film Ibérique et Latino - Américain¸
(Biarritz - Francia) 1986¸ Mejor Actriz a María Eugenia Dávila y Mejor Actor a
Gustavo Angarita en el 12° Reseña Internacional de Acapulco (México) 1987¸[ii]
COMENTARIOS:
En cuestiones de
cine, da miedo, a veces, ver atrás. Vale darle a la audiencia, pues, la buena
noticia de que no resulta ni un poco traumático repetirse Tiempo de morir: la estupenda película de
Jorge Alí Triana, basada en un guion de Gabriel García Márquez (que en 1966,
disminuido y sin corregir, sirvió de base para una película del mexicano Arturo
Ripstein), 27 años después de su estreno sigue siendo una estremecedora
tragedia en tierra hirviente habitada por un puñado de personajes memorables
que hacen lo mejor que pueden para estar a la altura de sus destinos.
“¡Juan Sáyago!”,
grita el amenazante Julián Moscote una, dos, tres, cuatro veces, resignado a
enfrentarse en un duelo de cine del oeste con el hombre que mató a su padre.
Sáyago, que ya ha pagado 18 años de cárcel por aquel crimen y ha vuelto a su
pueblo con la esperanza de vivir algo semejante a la vida, soporta todas las
afrentas: que Moscote le lance una vejiga de cerdo en el pecho, que le deje en
la puerta un perro moribundo, que le eche abajo su casa, que lo persiga por las
calles del lugar. Sabe, sin embargo, que está escrito en donde todo está
escrito que un día tendrá que encarar a los hijos de su víctima.
Gustavo Angarita
encarna al expresidiario Juan Sáyago con todo el misterio y toda la humildad
que requiere el personaje. Sebastián Ospina interpreta al vengativo Julián
Moscote con todo el miedo y toda la rabia que vienen al caso. Jorge Emilio Salazar
hace el papel del dubitativo Pedro Moscote con toda la compasión y toda la
ansiedad que darán paso a la tragedia. Y detrás de todo se encuentran el guion
de García Márquez, que tiene claro, como su literatura hiperbólica pero
precisa, que el lejano oeste aún sucede en ciertos parajes de Colombia (Tiempo de morir es, sin duda, un western
colombiano), y la firme dirección de Triana, que unos meses antes ya había
ensayado planos y movimientos de cámara y actuaciones mientras grababa una
versión mucho más larga para la televisión.
Filmada durante
ocho semanas en el Tolima, empujada por un presupuesto de 300.000 dólares de
1985, Tiempo de morir fue
recibida por los jurados de los festivales, por los críticos y por los
espectadores de a pie como una película importante. Podría decirse que tanto
Gabriel García Márquez como Jorge Alí Triana lograron, por obra y gracia de su
trama y de su puesta en escena, la mejor de sus películas. Verla no se ha
vuelto un drama. El drama, contundente y abrumador, es, aún hoy, el que sucede
en la pantalla. [iii]
Así como muchos
westerns, ésta es una historia de hombres, venganza y violencia. Aunque es
cierto que para un género con sus elementos tan definidos es un poco forzado
acomodar películas de otras latitudes y estilos, aún así es posible hacer
referencias y paralelismos con su esquema, los cuales pueden ser útiles para
entender esos otros filmes que en un sentido purista no pertenecen al género.
Como se sabe,
lo primero que define al western es el tiempo y espacio donde se desarrolla: la
segunda mitad del siglo XIX y el oeste de los Estados Unidos, respectivamente.
Esas dos condiciones ya descartan todo western espurio que quiera pasar como
tal sólo porque contiene algunos elementos del género, como cuando se quería
rotular a Brokeback mountain (Ang Lee, 2005) como un western o quienes
afirmaban que el díptico de Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003-4) era un
spaghetti western de artes marciales.
Lo fundamental
es que, además de esas dos grandes condiciones, el género tiene otra serie de
características que lo definen con precisión, empezando por su iconografía (los
pistoleros, el desierto, la diligencia, el comisario, los indios, etc.). Por
eso no es suficiente con que una película contenga o coincida con unos cuantos
elementos para considerarla un western o definida por su esquema. En esa
medida, sí es forzar la clasificación decir que la película de Ang Lee lo es
sólo porque sus personajes usan sombrero, montan a caballo y pastorean ovejas,
o que las de Tarantino lo son porque se fundamentan en la venganza y la
violencia gráfica.
Para asociar
una película con un género tan específico, sin tener que apelar a retorcidas
argumentaciones, las coincidencias tienen que ser más sustanciales, tanto en la
forma como en sus contenidos. En el caso de Tiempo de morir (1985),
desde el espacio mismo en que se desarrolla la historia ya empiezan las
similitudes con el western. Porque hay historias y géneros enteros, como éste,
que están determinados por el espacio (también ocurre con el cine negro y buena
parte de la ciencia ficción, por ejemplo). Son casos en que, si está definido
el espacio, en general ya se sabe de qué va la historia y cómo son los
personajes y hasta la configuración de la puesta en escena.
En este filme
de Triana ese espacio tiene casi todas las características del paisaje físico y
sociocultural del western. Porque el lejano oeste no sólo era un lugar
geográfico en el que pequeños pueblos se erigían a lo largo de un caluroso
territorio distante de la civilización, sino que también esos elementos
imponían una forma de vivir y unas relaciones sociales entre las personas. La
oposición entre la ciudad y el campo abierto e inhóspito, así como entre el
mundo civilizado y la ley del revólver, son dos de los más importantes
imperativos del western que son impuestos por el espacio, aunque hay muchos
más. Es en este marco social, entonces, que se origina el duelo a muerte entre
estos tres “pistoleros” colombianos, y tal conflicto tendrá su desarrollo según
las reglas impuestas por las condiciones de esta geografía.
En esa medida, Tiempo
de morir se ajusta al esquema y con ello se puede explicar la lógica de ese
universo creado por el guión de Gabriel García Márquez. Aunque aquí hay que
hacer una importante aclaración, y es que si bien la esencia de esta lógica
está presente en la historia escrita por el ahora célebre escritor, fue la
versión que hizo el mexicano Arturo Ripsten, en su debut como director en 1965,
la que transformó el paisaje campesino y los personajes agricultores del guión
original en un western a la mexicana, esto por imposición de su padre, un
importante productor mexicano de la época, quien también hizo mexicanizar los
diálogos por otro también ahora célebre escritor, Carlos Fuentes.
La versión de
Triana igualmente evidencia esta intención de identificarse con los códigos del
género, seguramente por cuestiones estéticas y dramáticas, lo cual resulta lo
más atractivo del filme, tal vez lo que más fuerza le da y que lo diferencia
del resto de películas colombianas. Como al Santiago Nasar de Cónica de una
muerte anunciada, el Juan Sáyago de esta cinta también convive con la
muerte desde el mismo título. No importa que el alcalde del pueblo trate de
evitar esa confrontación que está pendiente desde hace dieciocho años, porque
él, como la mayoría de los alguaciles del western, sólo tiene poder para hacer
advertencias. Buena parte del western es una colección de muertes anunciadas y
sus argumentos están soportados por el sino trágico de matar o morir y la
impotencia de todos para evitarlo.
Como en un
pueblo del lejano oeste, en el de esta película todos conocen el viejo pleito y
a sus contendientes, pero nadie puede hacer nada, porque es un asunto de honor,
ya sea vengar la muerte del padre, los unos, o no querer abandonar el pueblo a
pesar del inminente peligro, el otro. Así mismo, las pistolas y los caballos
son elementos clave del asedio y la resistencia que se da en esta confrontación
por honor. Ambos son símbolos de ese universo machista y son usados para
ostentar el poder y la fuerza. Tomar o no el revólver para defenderse, no
asesinar por la espalda y el duelo final en un polvoriento lugar, marca la
construcción de personajes, la ética del pueblo sin ley y la dinámica de las
imágenes y las acciones. Además, son elementos que evidencian el alma de
western que tiene este filme, con toda su zozobra permanente y el tono de
tragedia que por lo regular acompaña a este género.
Por otro lado,
retomando el predominante carácter machista de este tipo de cine, las mujeres,
en consecuencia, tienen una presencia incidental. Hacen parte de las historias
sólo para reforzar la condición masculina, pero atadas por el rol social que el
paisaje les ha impuesto. En esta película cada uno de los tres hombres que
participan en la contienda, Juan Sáyago y los dos hermanos vengadores, tienen a
una mujer. Pero son mujeres encasilladas en los arquetipos del universo
patriarcal: la viuda, la virgen y la puta. Ninguna de ellas tiene la más remota
posibilidad de incidir en esa caída libre hacia la muerte que allí tiene lugar.
Porque el western siempre ha sido dominado por los hombres, cuando una mujer
tiene protagonismo y poder de decisión es porque asume el rol masculino: Joan
Crawford en Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1954), Sharon Stone en Rápida
y mortal (Sam Raimi, 1995), y muchas más.
Amparada por el
esquema del western, con su simpleza argumental, la contundencia de su premisa
y la configuración física de su universo, esta película sostiene siempre su
fuerza dramática y narrativa, muy a pesar de esa condición que pesa sobre ella,
que bien pareciera una paradójica maldición, y es que se trata de un guión de
Gabriel García Márquez, quien no ha tenido mucha suerte cuando asocia su arte
literario al cine, que no ha sido pocas veces. Sin embargo, salvo por algunas
líneas de diálogo y uno que otro personaje que definitivamente están hechos
para ser leídos, lo que pueda tener este filme de anticinematográfico proviene
de la puesta en escena, en especial de la dirección de actores, que en ciertos
momentos evidencia la procedencia teatral de Triana y algunos de sus actores.
Pasando por
alto esta situación, que no alcanza a ser sistemática como para echar a perder
la solidez cinematográfica, estamos ante una de las películas mejor logradas
del cine colombiano, en lo cual tuvo mucho que ver el esquema al que se acogió.
Se trata, en definitiva, de un western crepuscular a la colombiana, un filme
que recurre a una serie de códigos del primer género que se inventó el cine,
los cuales se ajustan perfectamente a ciertas condiciones de la cultura, la
sociedad y la geografía del país. Porque Colombia, salvando las distancias de
tiempo y espacio, en muchos sentidos históricamente se ha parecido más al
salvaje y lejano oeste que al idealizado paraíso tropical.[iv]
CITAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario